Señales sutiles

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por José Sifontes

2018-05-18 10:04:03

Hace ya muchos años, cuando comenzaba mi carrera docente, pregunté a un grupo de estudiantes de Medicina qué harían si su pareja les golpease. La pregunta no sorprendió demasiado pues el tema era sobre violencia doméstica, pero sí les inquietó un tanto. Las respuestas fueron contundentes y hasta bastante agresivas: “Que se atreva”, “ni se le ocurra si quiere seguir teniendo dientes”, “lo haría picadillo” y otras por el estilo. No pregunté más y comenzamos la clase. Años después supe de forma indirecta que una de las estudiantes, por cierto de las más enfáticas, ya casada, y muy probablemente sin recordar su reacción de aquella lejana tarde, era víctima de violencia por su esposo. ¿Qué ocurrió con ella?, me pregunté. ¿Qué le pasó en todos estos años a esa muchacha a quien cualquiera supondría tener pocas posibilidades de dejarse maltratar, para convertirse en víctima? En mi profesión no es raro conocer de este tipo de situaciones; por el contrario, es común. La violencia doméstica no es un fenómeno sufrido por personas desvalidas o incultas. Se da en todos los estratos sociales, la sufren personas ricas y pobres, profesionales y sin estudios, tímidas o extrovertidas. Tampoco es exclusiva de mujeres aunque son las más propensas.

Ocurre que la conducta violenta va apareciendo en la relación de forma lenta, insidiosa, y se desarrolla a plenitud cuando ésta se ha consolidado. Obviamente ninguna mujer que se encuentre en sus cabales aceptaría de entrada a un hombre evidentemente agresivo. Pero, claro, en el cortejo es encantador, detallista y cortés. Hay enamoramiento y la situación se pone más difícil, pues no es lo mismo mandar a volar a un desconocido que se muestra ofensivo en un supermercado que a una persona a quien se quiere, con quien se comparten muchas cosas. Además el abusador suele ser muy persuasivo. Después de un episodio de violencia se muestra genuinamente arrepentido, jura no volverlo a hacer, y compensa de múltiples formas lo hecho. La pareja perdona porque le quiere… hasta que lo vuelve a hacer.

Algo que hay que tener en mente de la violencia doméstica: es progresiva, con el tiempo aumentará en frecuencia e intensidad y puede llegar a ser letal. En los Estados Unidos una mujer es golpeada cada 9 segundos y un porcentaje significativo terminará con la muerte. En El Salvador no hay estadísticas precisas sobre los casos pero no hay que ser muy sagaz para asumir que la prevalencia es alta.

Como dijimos, la violencia doméstica afecta a personas de toda condición, y tiende a escalar. Esto no significa que ser víctima sea cuestión de mala suerte. Hay factores de riesgo que hacen que la probabilidad aumente. Es extremadamente importante que se tomen en cuenta.

El futuro abusador no comienza siendo violento pero hay indicios que deberían encender las alarmas. Ya desde el noviazgo pueden verse signos premonitores. Novios muy controladores, que demandan mucha atención y tiempo, los que separan a las parejas de sus familias, los demasiado celosos que no respetan la privacidad y revisan los celulares o las agendas, los que tienen dificultad para controlarse y hacen un maremoto de un vaso de agua. Y, algo interesante, los que han visto violencia en sus familias.

A las jóvenes, un consejo. En sus relaciones de pareja tomen en cuenta la opinión de sus padres, recuerden que ellos no están bloqueados por la emoción y pueden ver las cosas más objetivamente.

Médico psiquiatra.
Columnista de
El Diario de hoy