Operación 4 de marzo

descripción de la imagen
Foto Por Referencia

Por José María Sifontes*

2018-02-23 10:12:43

Si usted ha hecho su tarea y se ha tomado el tiempo para conocer más de los candidatos, los ha analizado, y ya tiene su lista de elegidos, está muy bien. Está dentro del grupo de los que llaman el voto pensante, o smart vote, como dicen en el Norte. Si usted solo sabe por quiénes no votará y lo que más le interesa es que los otros no ganen, aunque no lo ideal, también está bien. Su voto igual contará. Lo que no está bien es que no vaya a votar o que anule su voto. El abstencionismo o la anulación del voto solo favorecen a los que usted menos quiere favorecer. Es como meter un autogol.

Los que anulan el voto generalmente están frustrados y molestos. Se toman el trabajo de ir a los centro de votación porque quieren desahogarse y buscan mandar un mensaje. El problema es que este mensaje a nadie le interesa, nadie va a sentirse realmente afectado por las manifestaciones de repudio. Distraen la atención por un momento, se toman como algo curioso y se olvidan. Al final de cuentas alguien ganará. Valdrían algo en situaciones extremas, cuando una buena parte de la sociedad se pone de acuerdo y envía un mensaje de rebeldía, como cuando hay un solo candidato que ha sido impuesto. No es el caso. Aquí las rabietas aisladas no pesarán nada.

Más triste aún es el caso de los apáticos, los que no van a votar porque prefieren quedarse acostados o irse a la playa, los que piensan que de nada sirve porque las cosas no cambiarán, o que un voto más o un voto menos no importa. A los que tienen está actitud pasiva hay que recordarles que las cosas sí pueden cambiar, para mejorar o también para empeorar. Hay que recordarles también que muchas veces las elecciones las han definido unos cuantos votos.

Los que ya pasamos los cincuenta debemos hacer ver a los jóvenes que votar es un privilegio que nos ganamos con riesgo. A ellos tal vez nadie les ha contado que hace años amenazaron de muerte a los votantes y que millares desafiaron la amenaza. A los que fuimos a votar en los tiempos que eso implicaba la posibilidad de recibir un balazo nos sorprende que haya personas que no voten simplemente por pereza o por incredulidad.

Pensar que todos los candidatos son iguales y que ninguno vale la pena el esfuerzo es una generalización bastante pobre. Siempre hay algunos mejores que otros, siempre algunos peores que otros. La clave es discernir entre los que merecen una oportunidad y los que merecen ser descartados.

Aunque a paso lento y todavía con graves peligros, nuestra cultura democrática ha progresado. Si no lo cree solo dese cuenta que ahora ningún partido y ningún candidato se atreve a pintarrajear los postes, los árboles y los andenes para la campaña, y que antes solo pocos estaban enterados de que existía una Sala de lo Constitucional y cuál era su función. Ahora cada candidato respeta más al votante e intenta atraerlo. Todavía hay algunos estancados en la Edad de Piedra, que parecen no entender cómo funciona el mundo y que no aprenden de la experiencia ajena, pero los electores tenemos ya el poder de sacarlos de circulación.

Así que nada de dejar que otros decidan por nosotros, y el 4 de marzo bañémonos temprano y salgamos a votar.

Médico psiquiatra.
Columnista de El Diario de Hoy.