Votemos por los mejores

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Por René Fortín Magaña*

2018-02-22 8:56:09

De todos los agravios que he sufrido en mi vida, ninguno me ha dolido tanto como los insultos contra El Salvador —¡mi Patria!— que, sin miramiento alguno, ha proferido el presidente de los Estados Unidos de América.

El señor Trump desconoce, evidentemente, lo que es nuestro país, su calidez y su respeto por el derecho de los demás a pesar de los sufrimientos que actualmente padece. Ignora la calidad de nuestros empresarios y de nuestros trabajadores que aquí y en todas partes se distinguen por su emprendimiento y laboriosidad.

Da gusto ver cómo nuestros empresarios mejoran la imagen de nuestras ciudades con elegantes edificios y funcionales lotificaciones. Igual satisfacción producen nuestros maestros de obra, nuestros operarios, nuestras apreciables amas de casa y nuestras empleadas domésticas, listos todos a las seis de la mañana para empezar una nueva “jurnata di sole”. Igual satisfacción produce el desfile mañanero de nuestros obreros y campesinos con sus respectivos utensilios de trabajo: la coyunda, el yugo, la plomada, la escuadra, la niveladora, el yunque y el martillo y poner con ellos toda su voluntad. Seguro estoy de que cumplen su oficio cien veces mejor de como lo harían en otras latitudes. No saben los promotores de la “ley del rifle” lo que se pierden cuando deciden repatriar a un salvadoreño. Conozco el caso de un compatriota trabajador que siendo un as de su oficio motivó las súplicas, los ruegos y hasta los sollozos de su patrono sajón para que la migra no deportara a nuestro compatriota por el camino del averno. ¿Dónde y cuándo iba a conseguir otro como él? Los sajones tendrán muchas virtudes, pero para el trabajo duro no hay como los latinos y menos como los salvadoreños quienes siendo tan valiosos, hoy marchan algunos a la deriva sin oficio ni beneficio, privando a los Estados Unidos de la calidad de sus servicios. Es cierto que las razas tienen diferencias, no podemos negarlo, pero también todas tienen méritos y características que faltan a las otras. Es precisamente en la conjunción de todas ellas como se forma el crisol que le da fondo y forma al mundo que todos habitamos.

Si entre sus características el presidente de los Estados Unidos estuvieran el respeto, el arrepentimiento y el exacto conocimiento de la verdad, no estaría profiriendo insultos irreproducibles en estas páginas sino ofreciendo las disculpas del caso.

Frente a esos insultos, de los que no reacciona el gobierno, yo enarbolo el estandarte de la dignidad de la Patria para dejar constancia, por lo menos, de la inmerecida injuria que, fuera de todo rigor diplomático, nos ha proporcionado injustamente el presidente de la primera potencia del mundo.

Se nos ofrece ahora la oportunidad de elegir a los diputados y a los alcaldes, para negar con hechos el veneno de las palabras prepotentes. Elijamos a los mejores. Los mejores diputados y los mejores alcaldes para alcanzar la cima a la que estamos naturalmente llamados en vez de recibir inmerecidos insultos.

Voy a decir algo que pienso y sostengo: la única aristocracia aceptable es la del talento y la probidad. No hay otra. La riqueza mal usada no es aristocracia, es oligarquía. La prepotencia de los multimillonarios que ven de menos a todos los demás no merecen el respeto que sí nos proporcionan los madrugadores trabajadores con el sudor de su frente.

En medio de los insultos de los potentados incultos yo lanzo ¡tres hurras por los y las trabajadores salvadoreños! haciendo votos para que pronto, muy pronto, alcancemos el círculo del desarrollo. Hechos no palabras. Y dos gotas de orgullo para que se nos sitúe en el verdadero lugar que nos corresponde.

Columnista
de El Diario de Hoy.