Espada y cruz

descripción de la imagen
20 mil cocos diarios cortan los trabajadores desde tempranas horas, para cumplir con las arduas jornadas y cumplir con los pedidos de aceite. Foto/Jessica Orellana

Por Carlos Mayora Re*

2018-02-16 9:57:58

Hay quienes promueven un cristianismo extra mundano, como si a los cristianos no nos quedara más remedio que resignarnos con pasar por la tierra conformándonos con las penas y dolores de la vida; pues cuanto más suframos aquí, más gozaremos allá (en el cielo)… Es la mentalidad que llevó a Marx a pronunciar su famosa condena contra la religión, acusándola de narcotizar a los trabajadores, alienándolos para que no se alzaran contra la clase opresora.

Pero esa moneda tiene otra cara, que utilizan quienes entienden la religión como catalizador, y —lejos de predicar resignación— instrumentalizan las creencias hasta convertirlas en espuela para despertar las minorías y los oprimidos (como dicen ellos), provocando subversión al apropiarse de la cruz, y esgrimirla como si de una espada se tratara.

Y no faltan quienes, en época electoral, echan mano de la religión solo para ganar votos.

Ninguna de esas posturas refleja lo que es el cristianismo. No muestran ni el amor al prójimo, ni la lucha por la justicia, ni la verdadera liberación que guarda el Evangelio.

Entonces —la pregunta es obligada— ¿cuál es el papel del cristiano en la sociedad, y en consecuencia, el modo como convive en la ciudad con todos? La respuesta no es fácil. Es evidente que ninguna religión puede convertirse, sin graves consecuencias, en instrumento que avale la injusticia, ni en arma arrojadiza o herramienta para azuzar los ánimos en batallas seculares, so pena de dejar de serlo.

Si vemos al ser humano solo en su dimensión social o biológica, confirmamos lo que intenta reflejar con cierto humor negro el chiste aquel que dice que la diferencia entre el capitalismo y el comunismo es que el primero promueve la explotación del hombre por el hombre, y el segundo lo contrario…

¿Qué dice Jesucristo cuando habla del César y Dios? Que hay que dar a cada uno lo suyo… exacto. Pero ¿quién da a cada uno lo que corresponde? ¿Se mezclan los asuntos de fe y los de la política? Todo confluye en el hombre: cristiano y ciudadano. En él está la clave: se sabe sujeto de la Redención y entiende como propios los asuntos temporales, políticos. Todo se articula en la libertad.

Alguien que sabe mucho de represión escribió: “el hombre no puede ser auténticamente libre ni promover la verdadera libertad, si no reconoce y no vive la trascendencia de su ser por encima del mundo y su relación con Dios, porque la libertad es siempre la del hombre creado a imagen de su creador (…). Cristo, Redentor del hombre, nos hace libres. Ser liberado de la injusticia, del miedo, del apremio, del sufrimiento, no serviría de nada, si se permanece esclavo allá en lo hondo de los corazones, esclavo del pecado”. La libertad verdadera es no ser sujeto a esclavitud interior, de la que nacen todas las injusticias. La liberación comienza de adentro hacia afuera: ni se impone, ni se fuerza.

Pero, ¡ojo! lo anterior no significa que la liberación de “la injusticia, del miedo, del apremio o del sufrimiento” quede fuera del horizonte del creyente, pues aunque esa emancipación no es el fin principal de la Redención, sí es la principal consecuencia de un corazón liberado de la esclavitud, principal causa de la injusticia.

Esgrimir la cruz como espada para imponer el propio pensamiento y atacar al que disiente, o colocarla tan alto que deje de tocar la tierra, son extremos muy peligrosos, que solamente podrán ser evitados con la comprensión adecuada de la religión y de la política, de sus campos de acción, fines, competencias, diferencias y coincidencias.

Lo peor se da cuando se pretende —al modo del fundamentalismo— que una absorba a la otra, y la anule.

Columnista de
El Diario de Hoy.
@carlosmayorare