Fomentar la cultura altruista es sencillo

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20 mil cocos diarios cortan los trabajadores desde tempranas horas, para cumplir con las arduas jornadas y cumplir con los pedidos de aceite. Foto/Jessica Orellana

Por Karla Interiano*

2018-02-16 9:49:24

Más contraculturas de la violencia y la temeridad podrían desterrarse en El Salvador si recuperamos una característica que nos distinguió y nos distingue y por lo que fuimos conocidos en una época como “el País de la Sonrisa”: el altruismo.

Mucha gente piensa que el altruismo consiste en hacer grandes donaciones a obras humanitarias o programas de beneficencia, pero no se necesita tanto.
Solo necesitamos tratar, poco en poco, de ser mejores seres humanos cada día y volvernos agentes multiplicadores de buena voluntad. Si cada persona en el mundo cultivara hacer el bien a los demás, el mundo sería diferente.

Como decimos, no se necesita que aportemos dinero, bienes, sino solo nuestra generosidad. La Madre Teresa decía que “no siempre podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”.

¿Qué entendemos por altruismo? Es hacer el bien en beneficio de las demás personas sin esperar recibir recompensa. No depende de la cantidad de dinero que done frente a una noble causa, o a una institución benéfica, si es mucho o poco, lo que la reconoce como altruista, sino la intención, el sentimiento con el que brinda esa ayuda.

En nuestro diario vivir podemos hacer pequeñas cosas por los demás, por lo que probablemente no obtendremos una recompensa o remuneración pero que nos produce una satisfacción espiritual y coadyuva a nuestra autoestima. El ayudar a pasar a una persona no vidente o mayor de edad la calle, el dar dinero o alimentos a un mendigo, el ayudar a subir el autobús a una persona que se le dificulta hacerlo, y así, pudieran mencionarse una serie de acciones más que reflejan la solidaridad, la búsqueda del bien común.

Esto, además, produce un efecto multiplicador porque otros lo ven e imitan y así vamos procurando transformar nuestro entorno de ambientes cargados de violencia e irritabilidad a remansos de positivismo y entusiasmo.

San Josemaría Escrivá de Balaguer llama a esto “buscar la santidad”, “santidad en las tareas ordinarias, santidad en las cosas pequeñas, santidad en la labor profesional, en los afanes de cada día…; santidad para santificar a los demás”.

Santidad, humanitarismo, solidaridad, altruismo, lo importante es hacerlo acción.

Es entonces, el momento de cambiar, no hay que volverse egoísta o indiferente ante la necesidad de los demás; se debe cultivar esa buena práctica, para que en la medida que se hagan buenas acciones, el ser humano cambie su cultura y lo valore como algo necesario y sin esperar nada a cambio. Somos seres de conducta y si bien es cierto, influye en gran parte, un factor biológico en la forma de ser de las personas, también éste se acompaña de pensamientos y emociones, de valores y costumbres, que pueden reorientar la conducta del ser humano.

Recientemente se publicó en El Diario de Hoy un reportaje de un ciudadano italiano que reside en Estados Unidos, Salvatore Scorsonelli, quien visita a El Salvador desde 1999, a raíz de invitación que le hiciera un salvadoreño originario de La Herradura, La Paz, por encontrarse deprimido a consecuencia del fallecimiento de la esposa de Salvatore, a quien le prometió “ayudar a los niños, porque ellos son el futuro”. Es así, que al conocer, ese municipio, comienza a ayudar a lugareños del cantón El Escobal, y es desde ese entonces, que viaja cinco veces al año a El Salvador.

Salvatore no es un hombre millonario, pero de sus ahorros ha hecho mucho en beneficio de sus semejantes, a muchos de los cuales nunca había visto en su vida. No hay que esperar que venga un extranjero a enseñar cómo hacerlo, no hay que volverse insensibles al dolor o necesidad ajenos. Hay que multiplicar lo bueno y restar aquello que contamina. No solo hay que ser espectador o crítico de lo que no hacen o dejan de hacer los demás por el bienestar de las personas, hay que ser partícipe en hacer el bien.

Como decía Madre Teresa de Calcuta, “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota…”.

Licenciada en Psicología y Máster
en Diseños y aplicaciones en Psicología
y Salud. Colaboradora de El Diario de Hoy.