El sexismo no me da risa

Si de las burlas por apariencia no se libran ni las mujeres más aventajadas del país -- estas con educación u otras, electas a cargos públicos -- aquellas con menos poder no tienen cómo salvarse.

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Ever Coto, portero del CD UDET, quien logró el ascenso a la segunda división este domingo / Foto Por Cortesía

Por Cristina López*

2017-06-25 7:13:32

Es sano recurrir de vez en cuando a la autoexaminación para determinar aspectos del carácter en los que no nos caería mal una repelladita. A ver, nadie es monedita de oro: una mejoría interna a nadie le ha caído mal nunca; lo difícil es identificar el área de trabajo y meterle ganas a eso del oficio de volverse, por lo menos un poquito, mejor persona.

A mí me pasó recién en forma de recordatorio, cuando vi el video producido por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales en el que la meteoróloga Sandra Martínez ofrece su respuesta a la broma de mal gusto que circulaba por redes sociales en la que algún neandertal pretendía sacar risas baratas ridiculizando su físico o edad comparándola con “las chicas del clima” en otros países. Martínez, con una elegancia envidiable, explica que el “meme” le causó gracia, puesto que el mérito que sus 20 años de preparación y reconocimiento internacional le han ganado a puro esfuerzo no se ve en nada amenazado por el sexismo cotidiano de nuestros lares.

Vi el video y pensé: “Ojalá algún día logre reaccionar a este tipo de sexismos tan cotidianos en nuestro El Salvador con la elegancia de Sandra Martínez”, haciendo el firme propósito de trabajar para reducir la rabia que me producen estas manifestaciones reduccionistas de la mujer. Algún día. Pero ese día no es hoy. Hoy sí voy a dejarme reaccionar con toda la rabia posible, en nombre de todas las niñas que quizás solo vieron el meme y no la reacción de Martínez y que quizás internalizaron el mensaje de que la manera como se ven es más importante que el esfuerzo que ponen en prepararse. Rabia por todas las mujeres capacitándose que tienen que esforzarse el doble para tener aunque sea la mitad de respeto, solo porque la cultura (que incluye a hombres y a otras mujeres) las juzgará primero por cómo se ven. Rabia, porque si de las burlas por apariencia no se libran ni las mujeres más aventajadas del país — estas con educación u otras, electas a cargos públicos — aquellas con menos poder no tienen cómo salvarse.

Rabia, porque el mensaje para los niños y hombres también es tristísimo. Implica que lo que hay que valorar en sus pares femeninas es el envoltorio, desestimando lo de adentro. Los niños que internalizan este razonamiento, porque lo ven popularizado, viral y chistoso en las redes sociales, son los hombres a quienes el día de mañana se les volverá facilísimo ignorar la dignidad humana de una mujer y objetivizarla en un meme, acosarla en la calle, o peor aún, toquetearla “en broma”.

Rabia, porque el humor, que puede ser una manifestación de mensajes sociales valiosísimos cuando se hace de manera inteligente, también es una expresión transparente del nivel cultural de una sociedad. Y que la apariencia física de una mujer con décadas de preparación en un campo científico profesional en el que aún hay pocas mujeres, y en el que (como en muchos otros) hay retos de diferencias salariales con los pares masculinos, en nuestro país pase como “humor” demuestra que estamos bastante mal en cuanto a nivel cultural se refiere.

Rabia, porque mucha gente no termina de entender por qué la broma es sexista y degradante. Cuando se le imponen a las mujeres estándares físicos que jamás se le impondrían a un hombre en la misma posición (en este sentido, un meteorólogo), se incurre en sexismo. Que no, dirán, que también se habrían reído del físico de un hombre salvadoreño, en comparación a sus pares en el extranjero. Entonces lo que les da risa es la apariencia étnica que compartimos millones en el país y esto, como humor, es aún más incomprensible, pues degradarse a uno mismo no solo no es chistoso, es también bastante estúpido.

La desventaja de reaccionar con rabia a los sexismos cotidianos que las redes sociales normalizan es que se interpreta como una falta de sentido del humor. Y esto, sabiamente, lo sabía Sandra Martínez y dio el ejemplo al elevarse sobre el mal gusto con su reacción elegante. Yo todavía no he llegado a su nivel, y por el momento, con tal de combatir manifestaciones culturales degradantes, estoy perfectamente cómoda con que me llamen malhumorada.

*Lic. en Derecho de ESEN
con maestría en Políticas
Públicas de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg