Cardenal Rosa

Este es el momento, Monseñor Rosa, en que le nombra a usted Cardenal el Sucesor de Pedro: época de retos, pero es que así ha sido, es y será la historia de la humanidad.

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elsalvador.com

Por Eduardo Torres*

2017-05-23 9:46:08

Fuera del país nos tomó a mi esposa y a mí el nombramiento del Papa de cinco nuevos cardenales, entre ellos Monseñor Gregorio Rosa Chávez, Obispo Auxiliar de San Salvador. En la víspera de tan importante acontecimiento, el sábado por la tarde, el sacerdote celebrante de la misa a la que asistimos dijo en su homilía que al igual que cuando se aprende un nuevo idioma, hay que aprender su gramática, ya que si se dicen solo palabras sueltas, no se entienden. En los católicos esa gramática es la Resurrección, dijo, y la virtud es la mansedumbre, porque la liturgia de la época nos indica que no puede intentar emular pasos de Cristo quien continúa viviendo en el “yo”, actuando como si Cristo no hubiera resucitado.

A la mañana siguiente, al enterarnos del anuncio del Papa Francisco, pensé que lo dicho por el sacerdote la noche anterior encajaba en el desempeño, al que hemos venido dándole seguimiento, del ahora nombrado Cardenal Rosa. Ha sido manso y obediente a la Iglesia, como le corresponde, y ahora le llama el Sumo Pontífice para estar más cerca del Trono de Pedro, con nuevas funciones dentro de la Iglesia universal. Felicidades, Monseñor Rosa, el “inesperado nombramiento” es motivo de alegría en nuestro país, a pesar de que se vuelvan inevitables los juicios humanos, en especial de quienes piensan en el Vaticano como centro de poder, tipo Casa Blanca, Kremlin o Casa Rosada, y no en la sede central del Cristianismo.

A sus setenta y cuatro años el Cardenal Rosa ha sido partícipe y testigo de un sinfín de hechos, tanto en nuestro país como en el mundo. Para mí, así como los términos “derecha” o “izquierda” muy poco significan ya políticamente, más que como puntos de referencia, la lucha ahora es entre las “credenciales democráticas” en contraposición a quienes se orientan hacia el autoritarismo; a la preservación del poder a cualquier costo, como en Venezuela. Esto, en un mundo que marcha un tanto desquiciado, con la amenaza latente del fundamentalismo islámico, el cáncer de la corrupción en regiones y países como el nuestro, que merecen tener tanto calificados y probos gobernantes como buenas políticas públicas.

Cómo no pedirle a la Iglesia que abogue por la dignidad del ser humano, por la solidaridad y por la subsidiaridad, si son los pilares de la Doctrina Social de la Iglesia. Que nos equivocamos los seres humanos, por supuesto que sí ???“errare humanum est”???, pero el campo en el que pueden equivocarse los pastores o cualquier ser humano es en el campo de “lo opinable”, como la política, la economía y un largo etcétera, versus lo “no opinable”, que se escribió hace dos mil años y continúa vigente. Los Evangelios, el Antiguo Testamento, la doctrina dejada por los Padres y Doctores de la Iglesia como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, no admiten lugar a malas interpretaciones.

Este es el momento, Monseñor Rosa, en que le nombra a usted Cardenal el Sucesor de Pedro: época de retos, pero es que así ha sido, es y será la historia de la humanidad. Con un “Triángulo Norte” de Centroamérica inmerso en la violencia, donde cunde la desesperanza entre los jóvenes queriendo emigrar a cualquier costo ante la cotidianidad del riesgo que enfrentan y la falta de oportunidades existente. Su voz tendrá una mayor difusión, sean cuales sean las tareas que le asigne el Papa Francisco tras su investidura como Cardenal. Pocos conocerán en carne propia el drama de nuestros jóvenes y de los padres y abuelos de nuestros jóvenes, como usted lo conoce.

Casi cada vez que cambiando canales de televisión le he encontrado en algún programa de opinión, me he detenido a verlo. Me gusta su voz suave, su tono relajado, pero con claro mensaje. Pida por nosotros, Cardenal Rosa, para que no siga en este país que nos vio nacer, crecer y desarrollarnos, la violencia exacerbada y las prédicas del odio extraídas del manual de la lucha de clases; que de verdad nos centremos en la reconciliación, iniciando cada quien hacia su interior, para que a partir de ahí, con limpieza de corazón, nos podamos centrar en la edificación de un país más próspero, libre y solidario.

¡Felicidades, Cardenal!

* Director Editorial de El Diario de Hoy.