La dictadura de la tolerancia

Vivimos tiempos en que se critica la ortodoxia, parece ser que las personas les da lo mismo estar en la mentira que en la verdad, cada opinión debe aceptarse, diversos pensamientos aunque transgredan las leyes físicas, biológicas y morales.

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Por Luis Enrique Contreras Reyes*

2017-05-03 8:26:53

“La tolerancia es la virtud del hombre sin convicciones”. G.K. Chesterton

Actualmente la tolerancia parece estar de moda en todo ámbito humano, emana de muchas personas y movimientos políticos, religiosos o grupos que buscan legalizar mayúsculos errores. La tolerancia ha extraviado en el limbo del raciocinio humano su significado etimológico; un estimado colega columnista recientemente hacía alusión a una especie de intolerancia religiosa que existe por parte de los que profesamos convencidos una fe.

Como un acérrimo defensor de la fe católica, es menester aclarar algunas situaciones para que no se mal interprete la visión de nuestro cristianismo. La palabra tolerancia no puede ser el comodín con el que buscamos validar y propagar medias verdades y mentiras absolutas, el hecho que no aceptemos situaciones determinadas es porque atentan contra verdades inmutables, no significa que odiemos o nos enemistemos con la persona que las vierte, al contrario, como cristianos estamos llamados mediante la caridad a buscar esclarecerle a esa persona el porqué de su error.

Nunca se veta a la persona, pero no podemos aceptar su error, ejemplo de ello es un extorsionista, pues, su dignidad como ser humano jamás la perderá, pero su acción no es para nada conciliable. En cuanto a la conversión personal nunca existirá un momento en el que podamos decir estoy cien por ciento convertido, es una lucha diaria en la que buscamos subyugar nuestras pasiones humanas; cada día es una nueva contienda en la que nuestras convicciones de fe y morales determinarán al ganador de esa ocasión.

No se puede relativizar todo, no se puede concebir algo como verdad un lunes y el jueves ya no tener validez. Dios nos ha revelado sus leyes para que las cumplamos, no puede existir una dualidad en nuestro pensamiento y accionar; la fe no se puede limitar a algo personal en nuestra casa, como si se tratase de un juego de mesa. El cristianismo marcó un antes y un después en la existencia de la humanidad, nos vino a establecer parámetros a seguir que rigieran nuestra conducta, sin embargo, la infaltable soberbia humana ha buscado deslegitimar cualquier dogma o ley divina que estorbe a sus desviados comportamientos morales. Ya lo vaticinaba San Agustín cuando nos hablaba acerca de la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres: la primera siempre en la búsqueda de la verdad y la segunda representativa del error y el paganismo.

La revolución francesa, con la ilustración como punta de lanza, sentó las bases de un laicismo nocivo en el que la moralidad y la verdad adquirieron características volátiles en las que cada persona dicta su verdad, en las que la naturaleza de las cosas se ataca constantemente cayendo en definiciones metafísicamente imposibles.

El ser humano por naturaleza busca verdad, bien y belleza, incluso cuando aún no hemos conocido la fe, por instinto nos encauzamos a tan compleja búsqueda, siendo el cristianismo una guía fehaciente del entendimiento de las cosas. Cualquier teoría evolucionista queda reducida a una nimiedad al encontrarse con las limitaciones humanas, al descubrir esa necesidad espiritual que solamente la teología comprende para una transmisión fidedigna a las personas.

Vivimos tiempos en que se critica la ortodoxia, parece ser que las personas les da lo mismo estar en la mentira que en la verdad, cada opinión debe aceptarse, diversos pensamientos, aunque transgredan las leyes físicas, biológicas y morales. Los creyentes no somos intolerantes con las personas, ¡no se tolera el error! A mí me encanta debatir sobre mi fe, buscar filosóficamente la verdad, así que quedo a la espera de cualquier invitación.

*Colaborador de El Diario de Hoy.
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