Los mimbres de la canasta

Los que tejen la reforma de pensiones con esos mimbres ideológicos, son los mismos que se apuntan alegremente al eslogan “quien consume más, pague más”, pero no entienden cómo el que trabaja más, puede ahorrar más

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El diputado Reynaldo López Cardoza y su esposa son acusados de enriquecimiento ilícito.

/ Foto Por EDH/Archivo

Por Carlos Mayora Re*

2016-02-12 8:57:00

Es comprensible que quienes desconocen o no han sufrido en carne propia las consecuencias perversas del marxismo hecho realidad, crean que la desigualdad económica en una sociedad es intrínsecamente injusta, y que esa ideología tiene la solución. 

También parece lógico que quienes desde su infancia han sido educados en un sistema que siembra en sus mentes que todos somos iguales, sin especificar según qué tipo de igualdad; al mismo tiempo que prescinde de mencionar que cada uno debe hacer uso de su libertad e iniciativa, puedan pensar que entre los “derechos” humanos también se encuentra el de la igualdad en posesiones.

¿Si todos somos iguales, por qué unos tienen más, bastante más, y yo nada? O, ¿si todos somos iguales, pero hay unos más ricos que otros, no será porque los que tienen menos han sido desposeídos por los que tienen más? Preguntas previsibles en unas generaciones que han sido adoctrinadas, sin la posibilidad real de conocer la otra cara de la moneda; ya que, de hecho, la única información respecto a la economía de mercado, al capitalismo como sistema, o las libertades económicas, con las que han estado en contacto durante su educación, es que dichas realidades son perversas, malignas y/o engendradoras de más desigualdad. 

Hay un gran segmento de población que carece de las herramientas mentales y de la información imprescindible, para comprender que la falta de libertad para crear riqueza, el centralismo planificador del Estado, la equiparación forzada de todos los ciudadanos que mata el espíritu emprendedor y la iniciativa individual, etc., terminan siempre por engendrar mucha más pobreza que la que querían erradicar.
 
Durante décadas nadie, o muy pocos, han enseñado en las escuelas y universidades las bondades de la libertad económica. De hecho, aun cuando partidos de derecha tuvieron la responsabilidad de la educación, casi sin excepción se toleró que en las aulas se hablara preferentemente de explotación, de pobrezas provocadas por “injusticias sociales”, de excluidos y excluidores; y muy poco de igualdad de oportunidades, trabajo bien hecho, innovación, libertades civiles y económicas, respeto ciudadano, etc. 

El resultado es que se exige más la igualdad económica que la igualdad de oportunidades. Si no es que se piensa que igualdad de oportunidades es sinónimo de equiparación de subsidios, cuotas de poder por género, salarios por decreto, etc. 

De allí que haya quienes piensan tener “derecho” a recibir todo sin ameritar nada, más gente proclive a no esforzarse para ganarse el pan, que cree que el Estado tiene la obligación de amamantarlos porque sí. 

Y –peor que eso- políticos que creen que sus ahorros y los míos son “del pueblo”, y -como lo que es de todos es de nadie-, se los quieran quedar para resolver los graves problemas de liquidez en que su irresponsabilidad los ha metido, con la promesa incierta de devolverlos (menguados) en un impreciso futuro. 

Los que tejen la reforma de pensiones con esos mimbres ideológicos, son los mismos que se apuntan alegremente al eslogan “quien consume más, pague más”, pero no entienden cómo el que trabaja mejor y más, puede ganar –y ahorrar- más. 

La propuesta irrespeta no solo la soberanía de los trabajadores con respecto a su salario, sino también su derecho a disponer libremente de sus ahorros. Con un gobierno que parece el rey Midas, pero al revés, hay certeza de la disminución de nuestros ahorros y del recorte de las pensiones, que dependen del monto del ahorro de cada trabajador. 

Solo el que ha ganado honradamente su dinero, el que ha invertido su tiempo, esfuerzo e iniciativa, es capaz de comprender lo que significan los ahorros. Quien se cree poseedor de un “mandato social” para distribuir caprichosamente las riquezas, es incapaz de entenderlo, y no debería extrañar que intente actuar en consecuencia. 

*Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare