La mamá de Sylvia

No hubo remedio para aquel hombre que buscaba reconquistar el amor perdido, finalizaba el Dr. Hook, y tampoco lo hubo para el país

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elsalvador.com

Por Marvin Galeas*

2016-02-19 9:32:00

Noche de insomnio la del jueves. No había manera de conciliar el sueño. Así que me puse los audífonos para meterme un champú de música pop de los ya lejanos años setentas. En no pocas veces me he quedado profunda y plácidamente dormido con los acordes de Flor de Luna de Carlos Santana.

 Sí, Santana aquieta la mente, calma el espíritu y los nervios. Con los últimos acontecimientos en el país, deberíamos tener más conciertos del legendario guitarrista. Así que comenzó el recital con la famosa Samba Para Ti, luego vino el Tejedor de Sueños, y de pronto la música me sumió en los recuerdos de aquellos años de mi adolescencia. Las imágenes de tantas cosas pasaban como si de una película se tratase.

Y recordé a los poetas revolucionarios del Café Bella Nápoles, que prefería escuchar boleros y mezclarlos con abundante cerveza y sonetos de Miguel Hernández. Casi todos se me murieron, soñando con un mundo mejor. Ser poeta era entonces ser de izquierda. Era casi una regla. Se decía entonces que David Escobar, era la excepción que confirmaba la regla. 

Pero no solo eso, también ser universitario era ser de izquierda, o estudiante u obrero o joven. Y no sé cómo, cuando comenzó a sonar aquella baladita del Dr. Hook and The Medicine Show, de 1972, que alcanzó altos niveles de popularidad, me acordé de las manifestaciones de las entonces llamadas “organizaciones de masas”. Puros jóvenes, puño en alto, banderas rojas, pelo largo. Muchachos y muchachas de mirada resuelta y sin miedo a la muerte.

La peculiar voz del Dr. Hook, entre carrasposa y suave contaba que Sylvia estaba a punto de irse con otro hombre, mientras el antiguo novio telefoneaba con la esperanza de reconquistarla, los recuerdos continuaban con las balas de la Policía Nacional y de la Benemérita disparando contra aquellas manifestaciones. Y no eran de goma las balas, eran de plomo. El pavimento se llenaba de sangre y de cadáveres. En las esquinas de las calles del Centro quedaban los muertos, zapatos sin pies, cuadernos y libros regados.

El Dr. Hook casi lloraba cuando cantaba y contaba que la mamá de Sylvia le pedía al antiguo novio que dejara de llamar, que su hija se iba a casar con otro tipo y que era feliz. Y todos los recuerdos se me apelotaban a mitad de camino entre estar despierto y dormido. La imagen me llevó a la manifestación del día siguiente para enterrar a los muertos de la manifestación de ayer, y así y así, hasta que estalló la guerra por todos lados.

Las revoluciones son cosa de jóvenes. Requieren energía y sueños. Nadie se mete a una revolución, a una guerra para buscar un salario, o un puesto. La gasolina que te impulsa son los sueños de un mundo mejor y estás muy claro de eso. Probablemente estabas equivocado, que no era ese el camino, pero tu ideal era auténtico y creías en él, al punto de estar dispuesto a morir porque querías un país mejor, justicia, equidad y pan, salud y educación para los pobres y todo eso.

Me acordé, mientras la canción decía que había que meter 40 centavos más para seguir hablando los próximos 3 minutos con la Mamá de Sylvia, de mis mejores amigos muertos en aquellas manifestaciones y en la guerra, creyendo de verdad que ese mundo de felicidad era inevitable y que valía la pena el sacrificio. Y como mis amigos del alma miles más quedaron enterrados quién sabe dónde en aquellos campos de batalla.

No hubo remedio para aquel hombre que buscaba reconquistar el amor perdido, finalizaba el Dr. Hook, y tampoco lo hubo para el país. Y sentí pena, y rabia y tristeza que aquella sangre tan generosamente regada por una generación, esté siendo utilizada hoy para que personajes, con más vocación de maniquís de Louis Vuitton que de revolucionarios, frente a manifestaciones de utilería, repitan aquellas consignas.

Termina la canción, terminan los recuerdos y las odiosas comparaciones. Y la próxima canción me cae como balde de agua fría: Wasted days and wasted nights.
    
*Columnista de El Diario de Hoy.