Desarrollo del país: una labor conjunta

Para impulsar el desarrollo del país debe existir un diálogo franco en todos los actores para que se puedan corregir las deficiencias identificadas

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Un disputado encuentro en el medio campo dio como ganador a FAS.

/ Foto Por Mauricio Cáceres

Por Erika Saldaña*

2016-01-17 8:05:00

Para impulsar el desarrollo de un país debe concurrir la voluntad y acción de diferentes sectores estratégicos tales como el Estado, empresa privada, trabajadores, organizaciones no gubernamentales y hasta la familia. Sin embargo, en los últimos años hemos sido testigos de la tensión que existe entre dos actores fundamentales en el impulso del desarrollo del país: el Gobierno y diferentes sectores de la empresa privada. En medio de los dimes y diretes (que no aportan nada a la solución de los problemas de inversión y desempleo), se encuentra el ciudadano, quien con su trabajo hace realidad el desarrollo pretendido buscando la forma de subsistir de manera digna.

El incremento en los indicadores económicos y de desarrollo no es más que el reflejo de una serie concatenada de elementos que parten del desarrollo de los individuos que componen la sociedad. Educación, salud y nivel de ingreso (relacionado con el trabajo) son las dimensiones básicas que facilitan el desarrollo humano (vale la pena leer el Índice de Desarrollo Humano, PNUD, 2015). Y en todos esos elementos, el Gobierno, el sector privado y los trabajadores tienen un rol trascendental.
 
Una de las tareas más importantes del Estado es ofrecer un ambiente de estabilidad adecuado para atraer la inversión, de forma que esta genere empleos para los salvadoreños. En este punto, el Estado no ha fijado las condiciones suficientes para atraer y mantener la inversión privada en nuestro territorio; la confianza para depositar el capital en un proyecto de inversión no surge con la simple  palabra de algún funcionario. El Gobierno debe propiciar la inversión reduciendo trámites innecesarios para obtener permisos (minimizando la lentitud del trabajo de la Administración Pública y el sinfín de trámites), proporcionando seguridad física y jurídica que otorgue certeza de las condiciones en que se desarrollarán los proyectos y la previsión de que estos tendrán la posibilidad de ser duraderos.

Asumir responsabilidades en relación al impulso del sector productivo no sólo compete al Estado o municipalidades. También el sector privado debe poner de su parte y mejorar las condiciones laborales que ofrece a sus empleados. El trabajo no se reduce únicamente al tema de salario, sino también al entorno, prestaciones e incentivos que el empleador puede ofrecer a las personas para motivar su nivel de satisfacción y desarrollo personal, etc. Un ambiente laboral adecuado impulsa la productividad de un trabajador del cualquier sector, además de forjar los lazos necesarios que identifican a una persona con su trabajo y consolida el capital humano de una institución.

El tema del salario mínimo debe ser abordado de manera integral y tomando en cuenta las posturas de quienes pueden incrementarlo (vía decreto) y quienes deben ejecutar ese incremento con los recursos que tienen disponibles. En primer lugar, está claro que el salario mínimo hace honor a su calificativo y es bastante limitado, incluso no acorde a la tasa de inflación que afecta a los productos básicos para las familias salvadoreñas. Pero, por otro lado, es necesario considerar la capacidad de asumir el costo que implica el aumento a una empresa (no solo pensemos en los grandes empresarios, sino también en la microempresa).

A su vez, los trabajadores también tienen que realizar su aporte en el impulso al desarrollo personal, el cual constituirá uno de los pilares del desarrollo de El Salvador. Realizar el trabajo de la mejor manera, buscar y aprovechar las oportunidades de especialización, exigir derechos pero también cumplir los deberes, son algunas de las formas en que cada uno de nosotros puede aportar al desarrollo del país, cada quien desde su trinchera personal.
 
Para impulsar el desarrollo del país debe existir un diálogo franco en todos los actores para que se puedan corregir las deficiencias identificadas. Un primer buen paso sería que el Gobierno y la empresa privada dejen de verse mutuamente como “enemigos” y acepten que necesitan de la labor del otro para trabajar de una forma más adecuada. Y, además, adquirir la conciencia que en una realidad tan compleja las cosas no pueden ser blanco o negro; para salir adelante, se debe lograr un consenso que tenga en cuenta la opinión de todos los sectores involucrados.
 

*Columnista de El Diario de Hoy.