Clima y política

Hay indicadores más que suficientes para tomarse en serio el asunto, ideologías aparte, y actuar. Ya se sabe: en caso de duda, y habiendo mucho en juego, es mejor equivocarse haciendo, que echar a perder por inmovilidad

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Agricultores y empresarios en El Salvador están luchando por recuperar el cultivo del cacao como parte de la economía e identidad nacional y convertir la fabricación del chocolate en un negocio rentable

/ Foto Por elsalv

Por Carlos Mayora Re*

2015-12-04 8:48:00

Los que dirigen el mundo están en París para diseñar acciones globales y decidir qué hacer con el cambio climático. La ciencia, por ahora, no es capaz de dar respuestas únicas al respecto.
 
Entre los científicos hay consenso respecto a que el clima mundial está variando fuera de los patrones conocidos, al menos, durante los últimos mil años. En lo que no hay unanimidad es en las causas, en los efectos a mediano plazo, ni mucho menos en los remedios definitivos.

¿De qué estamos seguros? De que los niveles de CO2 atmosféricos han aumentado en el último siglo. Que la temperatura media durante el Siglo XX ha subido 0.78 grados, y que la acción humana -independientemente de economías liberales o centralmente planificadas-, influye decisivamente en los microclimas por el abuso de los recursos naturales, la contaminación, la extinción de especies, etc.
 
Sin embargo, esos datos (“dato” es la palabra clave) no indican el camino a tomar para resolver las grandes incógnitas: cómo cambiará el clima en los próximos siglos, tanto por causas humanas como por causas naturales; están “obligados” los países más avanzados a subvencionar el desarrollo de los demás; y qué efectos van a tener ciertamente el aumento de 0.78 °C, y la mayor concentración de CO2.
 
No se duda de que la acción del hombre ha hecho variar el clima; pero no hay consenso en cuanto a su real alcance, pues también hay causas naturales importantes -como reconocen todos los científicos- tales como la actividad volcánica, variaciones del eje terrestre y actividad solar, que influyen poderosamente en el modo como se comporta y cambia el clima.
 
Se sabe que los océanos almacenan la mayor cantidad de calor en el planeta, y que son importantísimos en la conformación del clima. Sin embargo, dado que las mediciones sistemáticas que relacionan temperatura, corrientes, mareas, etc. sólo han sido recogidas mundialmente en las últimas décadas, no hay certeza sobre cómo y hasta dónde los mares afectan el clima.
 
Otra incerteza es cómo funciona en realidad el clima a vasta escala. Bastantes fenómenos climáticos no son deducibles actualmente con exactitud ni con los complejos sistemas informáticos disponibles, pues los componentes son tantos y tan variados, que los científicos necesitan observaciones a más largo plazo y con un nivel de detalle y complejidad con el que todavía no cuentan. 

No hay consenso, incluso, en las predicciones a mediano plazo. Ni siquiera en el seno del Panel Internacional sobre el Cambio Climático (el IPCC); pues dependiendo de los modelos y el tipo de cálculos, las respuestas son distintas.
 
Por otra parte, ya se sabe que los medios de comunicación raramente llegan a los matices, que los políticos a la hora de convencer no se detienen en detalles, que es más fácil alarmar que explicar, y que si un asunto favorece intereses, rápidamente será cuestionado por unos, y exagerado por los otros: en París, por ejemplo, hay delegaciones más empeñadas en combatir el capitalismo, que el cambio climático mismo.

Sin embargo, como dice la canción “el mundo está cambiando, y cambiará más…”: el cambio climático es indudable. Pero, contrario a lo que muchos suponen, la respuesta a cómo manejarlo no es científica, sino política: hay que decidir cómo alcanzar el mayor bien para el mayor número de personas, y encontrar -a partir de datos incompletos, intereses, certezas, hipótesis, teorías y percepciones-, el punto de equilibrio entre crecimiento económico-reducción de la pobreza-cuidado del medio ambiente, equidad intergeneracional.

Lo que no se vale es la pasividad. Hay indicadores más que suficientes para tomarse en serio el asunto, ideologías aparte, y actuar. Ya se sabe: en caso de duda, y habiendo mucho en juego, es mejor equivocarse haciendo, que echar a perder por inmovilidad.
 

* Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare