¿Estamos perdiendo nuestras raíces?

Debemos luchar por recuperar nuestras raíces para transmitir a nuestros hijos los valores cristianos. Iniciar una campaña para que en cada plaza, las figuras de la Sagrada Familia nos recuerden que “No hay Navidad sin Jesús”

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Los abogados del expresidente Francisco Flores cuestionan que a un año de su muerte, el Tribunal Quinto de Sentencia no lo haya exonerado de los cargos que la Fiscalía le imputaba.

/ Foto Por Ren?? Estrada.

Por Teresa Guevara de López*

2015-12-19 8:50:00

Dice el escritor francés Gustave Thibon: “Quitad a un árbol sus raíces, y será juguete de todos los vientos”, refiriéndose a pueblos sometidos a ideologías foráneas, mediante planes diabólicos dirigidos a restringir totalmente sus libertades. Comienzan por revisar los planes de estudios, suprimiendo las asignaturas de historia, filosofía y religión, para despojar a sus ciudadanos de costumbres y tradiciones propias. Lavado de cerebro que les hará perder identidad, convirtiéndolos en marionetas manipulables, dispuestos a creer toda clase de mentiras, para cambiar creencias y valores, por un materialismo feroz y despiadado.

Ya estamos siendo sometidos a este proceso, definido claramente por el FMLN en su último congreso, para establecer un gobierno socialista. La supresión de las materias básicas se ha comprobado en la incultura de ciertos diputados que ignoran en cuántos departamentos está dividido nuestro territorio, ni sus respectivas cabeceras, los nombres de los próceres, ni quienes lucharon por la unión centroamericana.
Aunque en los centros de formación política del Frente debe haber muchos estudiando los principios marxistas y cómo iniciar los procesos revolucionarios.

Nuestro pueblo, de profundas raíces cristianas, ha conmemorado en Navidad, con alegría y devoción el nacimiento de Cristo, pues de nuestros abuelos aprendimos a adornar nuestras casas, con nacimientos con características muy particulares. En la cueva de Belén, José y María adoran al Dios Niño, reclinado en un pesebre, rodeado por reyes y pastores. Pueblos con casitas en miniatura, una Iglesia de la que sale un matrimonio con su cortejo de invitados, seguidos por la banda uniformada y vendedoras exhibiendo sus productos en un camino de aserrín.

Un río con puentes y lavanderas, y un lago surcado por descomunales patos, cerca de una fogata con pastores calentándose, rodeados de sus rebaños. Destacan la Siguanaba y el Cipitío, el bolo dormido, al que se lo lleva el diablo, un árbol con un ahorcado, rodeado de zopilotes, y la infaltable viejita, de pelo de algodón, con cuello que no para de moverse. 

Pero en los últimos años, estas costumbres tradicionales se han sustituido por símbolos y expresiones foráneos: Renos y trineos en paisajes nevados y Santa Claus, que recuerda al San Nicolás, que generosamente ayudaba a los necesitados y colmaba de juguetes a los niños.

Este año podemos asegurar que el Grinch, personaje verde, maléfico y simpático, que pretendió destruir la Navidad, aunque finalmente sucumbió ante su encanto, en nuestra capital sí logró su cometido. Las decoraciones de muchas de nuestras principales plazas, que legítimamente cumplen una función de publicidad de las empresas que las patrocinan, son tristes ejemplos de mal gusto, porque hasta han suprimido el árbol de Navidad. Esto contrasta con el tradicional nacimiento de Antiguo Cuscatlán y con los parques de ciudades y pueblos del interior, que con derroche de luces y adornos, presentan bellísimos nacimientos. 

Impresiona que en importantes centros comerciales, donde se han colocado artísticos belenes, numerosos visitantes, especialmente extranjeros o hermanos lejanos, buscan tomarse fotos frente al Portal de Belén, auténtica representación del significado de esta fiesta, que recuerda el cumplimiento de las antiguas profecías: “Hoy nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”.

Debemos luchar por recuperar nuestras raíces para transmitir a nuestros hijos los valores cristianos que sostienen nuestra Patria, para no caer en esa nefasta manipulación que nos amenaza. Iniciar una campaña para que en cada plaza, las figuras amables de la Sagrada Familia nos recuerden que “No hay Navidad sin Jesús”, que es el único que, con su infinita misericordia, puede traernos la paz y el perdón que este pueblo tanto necesita.

*Columnista de El Diario de Hoy.