¡Por majes!

Urge participación de todos Tristemente, el trabajador salvadoreño está a punto de ganarse un “¡por maje!” colectivo correctamente aplicado. En nuestra cara, y en total uso de nuestras facultades, el gobierno está por apropiarse del fruto de nuestro trabajo bajo el cínico eufemismo de “reforma de pensiones”, cuando “asalto descarado” sería, no solo más elocuente, sino mucho más descriptivo de la actual situación

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Jaime Alas. Foto EDH

Por Por Cristina López G.*

2015-10-04 7:59:00

Entre los riquísimos aportes que el léxico salvadoreño ha hecho al español en general, se encuentra la expresión “por maje”. Aunque igual ortográficamente (que no en pronunciación) al “maje” costarricense, en salvadoreño “maje” indica ingenuidad, o, acudiendo a más salvadoreñismos, “dejadez” de la que casi radica en la impotencia. 

La expresión “por maje” tiende a usarse para explicar las razones por las que a algunas personas les pasa algo, y aunque aplica en casos como acatarrarse por salir a la lluvia sin protección, es injustamente aplicado para desviar la atención de victimarios y culpar a víctimas, como cuando se insinúa que ser víctima de violencia o robos es culpa de quien salió con sus pertenencias, “por maje”, casi justificando al ladrón, que se salió con la suya.

Tristemente, el trabajador salvadoreño está a punto de ganarse un “¡por maje!” colectivo correctamente aplicado. En nuestra cara, y en total uso de nuestras facultades, el gobierno está por apropiarse del fruto de nuestro trabajo bajo el cínico eufemismo de “reforma de pensiones”, cuando “asalto descarado” sería, no solo más elocuente, sino mucho más descriptivo de la actual situación. 

Es como una perversa distorsión de la fábula de la cigarra y la hormiga, en que la cigarra impunemente está buscando hacer uso de la fuerza de la ley para adueñarse de lo que con gran esfuerzo ha logrado acumular la hormiga para su  futura seguridad financiera, usando como única justificación la incapacidad de planificación financiera de la cigarra.

Pero ya sabíamos que podría pasar: desde la administración del presidente Saca, las intenciones de meter mano en los fondos de los pensionados se habían echo palpables. La administración del presidente Funes no fue más que continuidad, y los actuales “estudios de factibilidad” de una reforma — descaradamente respaldados por el Banco Interamericano de Desarrollo, so pena de su credibilidad técnica–– son una pantomima para revestir de legitimidad el asalto que sería retomar el insostenible sistema de reparto. 

¿Qué estamos esperando, como sociedad civil trabajadora? ¿Qué persona, sabiendo que un ladrón está al acecho, deja puertas y ventanas abiertas? Cualquier individuo racional, si sabe de las intenciones de un tercero de apropiarse de sus bienes, hace lo propio y resguarda los frutos de su trabajo como mejor puede. 

Es hora que los trabajadores salvadoreños hagamos lo mismo, demandando ser parte de la conversación que busca resolver el problema de caja chica que padece el gobierno salvadoreño a costillas del futuro de los trabajadores.  
Urge que todos seamos parte de la conversación: no solo los organismos multilaterales ni los tanques de pensamiento, sino empleadores y empleados. 

Para esto, hará falta una importante labor de educación para que el tema se traduzca desde los tecnicismos de política pública a las palpables consecuencias que afectarán a nuestros padres retirados y el futuro de quienes trabajamos.

Si la inercia nos impide oponer resistencia, cuando a punta de madrugones nos quiten nuestro futuro la única explicación es que nos pasó ¡por majes!.

*Lic. en Derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg