Adiós Twitter

Siempre traté de opinar con respeto. Quizá alguna veces con sarcasmo y humor. Pero nunca insulté y mucho menos amenacé a nadie. Personalmente he aprendido a ser tolerante con las ideas de cualquiera, por absurdas que me parezcan

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Abriendo Espacios para la Prevención de la Violencia es el nombre del proyecto que ejecutarán la organización sin fines de lucro TECHO, junto a las mpresas Tigo y Scotiabank y el Proyecto SolucionES. / Foto Por Omar Carbonero

Por Marvin Galeas*

2015-10-07 7:03:00

Gracias a las redes establecí contacto con muchos amigos de los que tenía muchos años de no saber  nada.  Sobre todo fui recogiendo información sobre los compañeros del colegio de la secundaria. Unos de ellos han tenido un notable éxito en la vida. Por ejemplo Waldo Concepción de Panamá, prestigioso médico en Estados Unidos. Wally, como le decíamos fue siempre un líder. No me extrañó mucho pues  encontrar en la red que ahora es un famoso cirujano y profesor de Stanford. 

La hondureña Soraya Solabarrieta, es una brillante abogada en su país.  En el colegio fue presidente de la clase de graduandos de finales de los setenta. Llamaba la atención por su rara mezcla racial.  Su madre era una mulata de las islas de bahía y su padre un vasco legítimo. El resultado: una muchacha delgada de rasgos finos, pelo ensortijado pero completamente rubio.

Supe de la cubana Anabel Ancheta. Sus fotografías actuales en Facebook, parecen una copia de las fotos del anuario del colegio. Sigue tan risueña y elegante como siempre. Como si el tiempo nunca pasó por su rostro.

Contacté a la panameña Rocío Jaramillo, quien se ha convertido en una especie de punto de referencia obligado para todos los que estudiamos secundaria en el Instituto Adventista Centroamericano en los años setenta. 

Lamentablemente otros, según me contaron mis amigos, murieron ya. No muchos. Pero son muertes que duelen porque uno siempre los recuerda jóvenes y llenos de vida. También encontré en la red a mis amigos y amigas de Jocoro donde viví siendo niño en la casa de mi abuela. La mayoría son profesionales y gente de bien.

Muchos amigos nuevos se han ido agregando desde que comencé a escribir columnas. Pero esta red tiene la ventaja que uno puede fácilmente aceptar o rechazar cualquier solicitud.  Así que con Facebook, que creo es una red para mantener contacto con amigos, no hay mucho problema.

Twitter es otra cosa. Lo que fue pensado para emitir comentarios rápidos sobre cualquier tema se fue convirtiendo poco a poco, en una vía para que resentidos, pendencieros, extorsionadores, troles a sueldo y todo tipo de mal vivientes se hayan apoderado de la red para vivir insultando, amenazando, denigrando.

Una cosa es opinar con vigor y otra es insultar con bajeza. Formé mi cuenta de Twitter hace unos años. La verdad es que no escribí muchos comentarios. Pero no dejó de asombrarme el número de seguidores a mi cuenta, a pesar de que cada día tenía que borrar a un promedio de 50 o 60 perfiles falsos. Llegué incluso a tener más seguidores que tuits emitidos. 

Siempre traté de opinar con respeto. Quizá alguna veces con sarcasmo y humor. Pero nunca insulté y mucho menos amenacé a nadie.  Personalmente he aprendido a ser tolerante con las ideas de cualquiera, por absurdas que me parezcan. No me molesta en absoluto que alguien critique de manera fuerte mis opiniones. Y tampoco me marean los elogios.

Incluso soporté el lenguaje procaz de los troles al servicio del oficialismo y sus aliados. Lo que si no estoy dispuesto a tolerar, ni tengo por qué hacerlo es que se metan con mi familia.  Fue justa la indignación de Roberto Rubio cuando le hicieron lo mismo. Y él sabe perfectamente quiénes fueron las eminencias grises que se encargan de esas cosas.

Medité entonces que realmente hay otras formas de ayudar a cambiar esta triste situación en la que ha caído el país. No tengo porque soportar a los malcriados por muy altos que sean los cargos que tengan o que hayan tenido. No les voy a permitir que se metan con lo que más quiero. 

Así que tomé la decisión de cerrar la cuenta de Twitter y suspender la publicación de mi correo electrónico en esta columna. Se acabó. No más. Que se queden hablando solos y rumiando su desestabilización y resentimiento. Además hay tuiteros más frescos que están haciendo la lucha. Por mi parte, me dedico a otras cosas que me causan mayor alegría.

*Columnista de El Diario de Hoy.