Aprender a tender puentes

La mediación del Papa Francisco fue decisiva para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, que traerán grandes beneficios a ambos países

descripción de la imagen

Vladimir Díaz de Chalatenango celebra tras anotar el primer gol contra Marte.

/ Foto Por Omar Carbonero

Por Teresa Guevara de López*

2015-10-10 8:34:00

La visita del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos mereció una extensa cobertura mediática, que muy pocos sucesos de resonancia internacional han logrado. Su triunfal recorrido en Estados Unidos traerá cambios radicales en muchos ámbitos, especialmente en la institución familiar, hoy tan amenazada. 

Pero su estancia en Cuba fue calificada como un rotundo fracaso. Fuertes críticas a sus moderados discursos, tras las enardecidas acusaciones de Raúl Castro contra el imperio, y el triunfo de la Revolución Cubana. Percepción negativa dejó su inesperada visita a Fidel Castro, tirano y asesino, y la no inclusión de las Damas de Blanco en su agenda. ¿Por qué no aprovechó la oportunidad para acusar al régimen, exigir libertades y denunciar la injusta presión a la disidencia?

Estas injustas críticas parecen olvidar que el Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado definió que su camino a seguir sería el que Jesucristo marcó durante su paso por la tierra: El mandato evangélico del amor, el perdón y la misericordia, que ha seguido al pie de la letra: “Yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores”. “No necesitan del médico los sanos, sino los enfermos”. “Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por 99 justos”.

Y su visita a Fidel estuvo marcada por esta enseñanza. Tender la mano a un pecador, que aunque ha hecho mucho daño, también tiene un alma que salvar, que la obra de misericordia de esperar al hijo pródigo, sea una luz de esperanza para ese hombre que tiene contados los días para llegar a la presencia de Dios, y dar cuenta de sus actos.

La mediación del Papa Francisco fue decisiva para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, que traerán grandes beneficios a ambos países. Pero hay que considerar que esto no se habría logrado con una actitud de regaño, de dura crítica y amargas acusaciones a las autoridades cubanas, por el enorme daño causado a un pueblo que ha soportado estoicamente una cruel tiranía durante más de 50 años. Es con miel, y no con hiel como se sanan las heridas más dolorosas. Es tendiendo puentes, logrando entendimientos, y extendiendo la mano para ir al encuentro del otro.

Las intervenciones del Papa en el recién inaugurado Sínodo de los Obispos sobre la familia, deja bien clara su posición al afirmar que “el Sínodo no es un congreso ni un parlamento ni un senado donde nos vamos a poner de acuerdo. Es la Iglesia que camina unida, que se interroga sobre su fidelidad al depósito de la fe”. Insiste que no se trata de cambiar la Ley de Dios, inscrita en el corazón del hombre, sino más bien la manera de acercar a la Iglesia a quienes, como pecadores, han estado alejados.

Se conoció que 140 conversos anglosajones, antiguos pastores y obispos protestantes, hoy dentro de la Iglesia Católica, han pedido al Sínodo en un comunicado, evitar los errores del protestantismo “progre”, ya que ellos mismos fueron atraídos a la Iglesia de Roma, por su firme posición sobre diferencias sexuales, matrimonio y familia. Cuando comprendieron lo dañinas que resultaban estas tendencias y que algunas de sus denominaciones empezaron a dejarse llevar por la cultura dominante, admiraron la firmeza de la doctrina de la Iglesia, aunque a veces resultara impopular.

Tender estos puentes de misericordia es la enseñanza que Francisco está dando al mundo para hacer realidad la promesa de Cristo, “un solo rebaño bajo un solo pastor”.

*Columnista de El Diario de Hoy.