A los salvadoreños que nacieron después de 1980

Lograr el país que queremos solamente es posible si la juventud suma ideas y las convierte en proyectos y plataformas incluyentes

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elsalvador.com

Por Diego Echegoyen Rivera*

2015-10-20 9:27:00

Haber nacido entre 1980 y 2000 nos convierte en jóvenes con una vida inconclusa y cualquier idea cabe. Somos permeables, abiertos y con una necesidad natural de respuestas, somos de gustos nuevos y protagonistas de historias que se pueden extender por la red de manera infinita. No se nos puede negar el apodo de hippies, hipsters, muppies, millenials o yuppies: somos jóvenes, somos salvadoreños. 

Nuestra juventud está en un punto de inflexión. Somos un país joven. Cerca del 30 % de la población salvadoreña tiene menos de 29 años; somos testigos de una realidad abrumadora: 60,000 jóvenes son miembros de las maras. 

Con el promedio de muertes diarias que tenemos, pedir que hagamos brillar nuestro optimismo podría considerarse un abuso, pero ¿no somos los jóvenes los que cruzamos fronteras físicas e imaginarias con la fuerza y frescura de la juventud? ¿Acaso no somos nosotros los intrépidos, los fuertes, los que se nos permite equivocarnos? Sí. Seamos optimistas.

No permitamos que la ceguera intelectual vacíe la sabia de nuestro importante tránsito por esta tierra con olor a pino y sabor de horchata. Que no destruya el contenido de nuestros aportes, que no desaparezca nuestra capacidad de hacer, que nuestro sueño más profundo encuentre satisfacción en las buenas ideas, el diálogo y la visión del futuro.

Todo lo que pensemos, repensemos y hagamos como jóvenes repercutirá en quienes seremos como nación en los siguientes 20 años.

Debemos apostar por un crecimiento intensivo basado en la creatividad y el conocimiento; un país grande y con oportunidades para todos, se logrará en la medida que apostemos por escuchar y no atacar a  personas y debatir propuestas. Debemos poner por delante la capacidad inventiva de los salvadoreños y dibujar juntos el país al que aspiramos.

Necesitamos tener la convicción de que se puede tener éxito y que en El Salvador hay oportunidades. Requerimos tener referencias positivas, y si no las hay, ¡construyámoslas! 

¿Cómo motivar la sana ambición y las ganas de estar mejor? Esa pregunta debería ser una materia en las escuelas y una estrategia presidencial obligatoria.

Apoyemos al “diferente” de la clase, incentivemos al maestro que hace las cosas distintas. Humillemos el miedo, avergoncemos la tristeza.
 
A cada generación le ha correspondido tomar decisiones, apretarse el cinturón y ver hacia el futuro. En este tiempo también hay personajes como Claudia Lars, Roque Dalton, Alfredo Espino, Prudencia Ayala, Salarrué, Matilde Elena López… La diferencia es que los talentos contemporáneos pasan inadvertidos, y plasman su aporte a nuestra cultura desde el asiento de un bus, en las praderas de San Pedro Nonualco, o en las arenas de la Barra de Santiago.

A nadie le interesa más este extraordinario pedazo de tierra que a nosotros los guanacos, los alegres, los trabajadores, los chiquitos, los trigueños… Nadie va a venir a contarnos nuestra historia, somos los únicos responsables y los únicos que podemos comprometernos. 

Lograr el país que queremos solamente es posible si la juventud suma ideas y las convierte en proyectos y plataformas incluyentes. La desconexión entre la realidad y la agenda política-pública debe abastecerse de savia nueva. Este país necesita jóvenes líderes comprometidos con su generación y con el futuro, no con la ideología política.

Se acerca una batalla de ideas y no es contra compañeros o contra hermanos. Es contra nosotros mismos. Frente a los desafíos y demandas de la realidad actual se hace indispensable contar con una dosis de ánimo propositivo que solamente nuestra energía puede dar. 

Reneguemos de la irresponsabilidad que significa ver pasar la vida. Aferrémonos a los ideales y transformemos nuestra vida. Para construir, reconstruir y deconstruir este país se hace necesario hacerlo, primero, en nuestro interior.

En 20 años, cuando nos releven los jóvenes nuevos, sabremos responder a ¿qué hiciste por este país?

No matemos a nuestros hijos. Salvemos a nuestros nietos.

*Coordinador y editor de la iniciativa El País Que Viene.
@diegoechegoyen