¡Siglo XXI a la carta!

El Salvador no puede darse el lujo de ser parte del Siglo XXI y querer pedir el menú a la carta en cuanto a su desarrollo humano. Más aún cuando cerramos el Siglo XX con grandes perspectivas, tras la firma de los acuerdos de paz

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elsalvador.com

Por Carolina Avalos*

2015-08-31 9:02:00

Al doblar la esquina del Siglo XX al XXI, nunca nos imaginamos la revolución tecnológica en las comunicaciones, la informática y los teléfonos inteligentes de última generación. Pero el verdadero signo de nuestro progreso no es tecnológico sino humano: se trata de los avances sociales en nuestro quehacer político, cultural, socio-económico y ambiental.

El Salvador no puede darse el lujo de ser parte del Siglo XXI y querer pedir el menú a la carta en cuanto a su desarrollo humano. Más aún cuando cerramos el Siglo XX con grandes perspectivas, tras la firma de los acuerdos de paz. ¿Cómo garantizamos que esto continúe? Con principios democráticos, los cuales van de la mano con el tipo de sociedad moderna a la que debemos aspirar.

Como salvadoreños, enfrentamos problemas graves producto de la violencia social, cuya espiral destructiva afecta todos los ámbitos del desarrollo. En esta encrucijada es cuando debemos sellar una nueva página en nuestra historia con acuerdos básicos (y pactos) entre los distintos sectores de la sociedad. Para lograr esto, no podemos perder de vista los fundamentos de una sociedad moderna. Sin ser exhaustiva menciono algunos:

INCLUSIVA. Una sociedad inclusiva reconoce que todas las personas tienen el mismo valor, por su condición de ser humano, y que cabemos todos con nuestras diferencias. No discrimina o margina a las personas con alguna discapacidad, ni rechaza la diversidad sexual porque no está cimentada en el miedo, que es excluyente, sino en los valores humanos universales, que integran y fortalecen.

SOLIDARIA. El Estado y la sociedad cumpliría su función una vez garantice el respeto y ejercicio efectivo de los derechos fundamentales de todos sus ciudadanos, sin excepción: el derecho a la vida plena, a la salud, la educación, al agua, a una vivienda digna y a la seguridad alimentaria, entre otros. Así mismo, el manejo adecuado de la política fiscal (progresiva); esto implica que la utilización eficaz y racional de estos recursos por el Estado es elemental.

RESPETUOSA. Acepta la diversidad en pensamientos, ya sean promulgados por los partidos, las iglesias, o distintas ideologías. Así también podemos hablar de ser “respetuosa” a los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.

TOLERANTE. Reconoce que el disenso y las diferencias sobre diversos temas es una clara indicación de una sociedad sana, como son el debate y la discusión para lograr acuerdos que respondan a una visión de país y a un rumbo de desarrollo sostenible. Lo enfermo y patético del campo político es no saber gestionar las diferencias y, con ello, contribuir a una mayor polarización.

MADURA. Busca el respeto fundamental a las libertades públicas, derechos políticos y sociales, así como el de las garantías constitucionales, entre los ciudadanos y entre los propios órganos del Estado.

ABIERTA. Estar abierta a sus vecinos centroamericanos y al mundo, sin dejar de lado su responsabilidad internacional para un mundo mejor y más justo para todos.

JOVEN. Una sociedad que no puede ignorar la transición demográfica, en donde se valora especialmente y se apoya la participación de la juventud tanto en la política, como en las actividades económica, social, cultural y ambiental.

EFICAZ. En donde el Estado y la administración pública están cada vez más cerca y a un servicio más eficaz del ciudadano.
CAMBIANTE. La sociedad evoluciona, cambia y se adapta a nuevas situaciones y a nuevos desafíos. La inmutabilidad no es parte de la dinámica social.

INNOVADORA. Ser innovador tanto en el campo científico como en los distintos ámbitos del desarrollo económico, social, cultural y ambiental. El espíritu crítico innovador y la educación en y para la libertad son ejes fundamentales para el desarrollo de una sociedad moderna.

Al reconocer que cada país es soberano para edificar democráticamente su modelo de sociedad, no podemos elegir uno “a la carta”, donde se pretenda ser una sociedad “moderna” sólo en algunos aspectos—económicos, tecnológicos y formales— e ignorar el “menú” renovado y amplio en lo social y lo político del que gozan todos sus ciudadanos.

*Columnista. Investigadora invitada, Universidad de Harvard.