Somos lo que pensamos

En la naturaleza, si uno siembra mangos cosechará mangos, no aguacates. En la vida, como dijo James Allen, buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos resultados. Por el contrario malos pensamientos, nos llevarán a acciones erráticas y al sufrimiento.

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/ Foto Por elsalvadorcom

Por Marvin Galeas *

2015-08-05 4:30:00

Hay una enorme diferencia entre la ética de la personalidad y la del carácter. La primera está relacionada con las formas de comportamiento social. La segunda está fundamentada en los principios y los valores que cada uno sustenta.  Una cosa es saludar con una sonrisa y un buen apretón de manos, ceder el asiento a una dama, vestir con buen gusto y, luego a escondidas, hacer cosas indebidas.

Otra cosa es hacer siempre lo correcto sobre todo cuando nadie nos está viendo.  La ética del carácter no tiene tanto qué ver con las buenas maneras cuanto con la fortaleza de espíritu para enfrentar retos con éxito y superar dificultades.  Stephen Covey, el autor de los siete hábitos de la gente altamente efectiva, hace mucho énfasis en marcar la diferencia entre la personalidad y el carácter.

Es relativamente fácil aprender a ser simpático y  a tener buenos modales en la mesa de comedor. Lo difícil, lo verdaderamente duro es mantener la integridad, en todo sentido, sobre todo cuanto se tiene la sensación que nadie se dará cuenta que cruzamos la raya que separa lo correcto de lo incorrecto.

Pero para saber distinguir lo uno de lo otro, lo bueno y lo malo, cada quien se construye un marco de referencia. Se ajusta a una serie de principios y trata de vivir una vida de acuerdo a esos valores personales.  Es probable que el presidente de un país cualquiera piense que quedarse con algunos vueltos (de varios ceros) no es algo malo. Se dice a sí mismo que es lo menos que merece por el gran servicio que está prestando a la patria. Otros pensarán, si se dan cuenta, que es simplemente un ladrón.

Durante un tiempo hubo personas fanáticas que creían absolutamente que asesinar comunistas era correcto. Y por el otro lado había revolucionarios como el Che Guevara que afirmaba que convertirse en “una fría máquina de matar”  por la revolución no sólo era correcto sino el acto de mayor justicia.  Para otros ambos  serán simplemente asesinos.  Cada quien se forma su propio marco de referencia.

Lo anterior nos lleva a afirmar que uno no es lo que dice ser.  Tampoco es, como dicen otros, lo que uno hace.  En realidad somos lo que pensamos.  Es lo que tenemos en nuestra cabeza lo que determina nuestras acciones e incluso crean nuestras circunstancias.  La mayoría, eso al menos es lo que percibo, está convencida de que son las circunstancias las que determinan nuestros pensamientos y estos, a su vez, nuestra manera de actuar.

Hasta hace unos años yo mismo creía que lo que ocurría en mi entorno en el presente, me estimulaba ciertos pensamientos y acciones y moldeaba mi futuro. Hace unos años, a través de muchas lecturas, he llegado a la conclusión que los hechos son imparciales. Es nuestra manera de pensar sobre esos hechos lo que los vuelve un problema o una oportunidad.

Uno no puede elegir, claro está, que haya un terremoto o sufrir la pérdida de un ser querido. Pero si podemos elegir nuestro pensamiento sobre esos hechos y esto nos llevará a una manera de actuar. Lo más importante en este proceso de elegir nuestros pensamientos frente a los acontecimientos es estar plenamente conscientes de lo que ocurre. Estar atentos al momento presente y no actuar de forma reactiva.

Obviamente nadie reaccionará con alegría frente a una desgracia. Pero al menos, si estamos conscientes, atentos, podemos mantenernos serenos y no derrumbarnos. Pero la vida no solo está hecha de tragedias. Hay miles de cosas que nos pasan en el día a día  frente a las cuales tomamos acciones.  Esas decisiones, producto de nuestros pensamientos, determinan nuestras circunstancias y moldean nuestro futuro.

En la naturaleza, si uno siembra mangos cosechará mangos, no aguacates. En la vida, como dijo James Allen, buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos resultados. Por el contrario malos pensamientos, nos llevarán a acciones erráticas y al sufrimiento. Tener buenos pensamientos, no caer en el victimismo, construir  un sólido marco de referencias sobre valores y principios es lo que marca la diferencia entre las personas felices y las infelices. Entre el éxito y el fracaso.
 

* Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleasp@hotmail.com