La tragedia venezolana

El problema fundamental es el mismo que ha mantenido a América Latina en el subdesarrollo por ya dos siglos de vida independiente: la idea que el desarrollo es algo que se da naturalmente, que las personas y los países ricos son ricos porque los pobres son pobres, y que no hay que trabajar y educarse para desarrollarse sino solo quitarles a los que tienen algo

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Metapán sucumbió ante Herediano en Costa Rica, en el debut de Liga de Campeones de CONCACAF. Foto EDH

Por Manuel Hinds*

2015-08-06 9:30:00

El Grupo Internacional de Crisis, una institución independiente formada por exfuncionarios de varias instituciones multilaterales, publicó el 30 de julio recién pasado un informe sobre Venezuela que es realmente una advertencia de la gran tragedia humanitaria que se está forjando en ese   país.  El informe, llamado, Venezuela: Desastre no natural, es devastador.  Dice que “la rápida caída de ingresos reales, las grandes carencias de alimentos esenciales, medicinas y otros bienes básicos, y el colapso del servicio de salud son elementos de una crisis social que se avecina.  Si no se controla pronta y decisivamente se convertirá en un desastre humanitario con un impacto sísmico en la sociedad y la política domésticas, y en los vecinos de Venezuela.  Esta situación resulta de malas decisiones de política, incompetencia y corrupción …Habiendo incurrido en deudas masivas, gastado la mayor parte de las reservas internacionales y vaciado un fondo que había sido creado para estas contingencias, el gobierno enfrenta una carencia crítica de divisas fuertes [dólares]  y el prospecto de una inflación de tres dígitos este año y no puede costear la escasez de bienes de consumo con importaciones”.  

Esta es la antesala del final de una historia trágica que comenzó con dos eventos más o menos coincidentes: la elección del gobierno populista de Hugo Chávez y el comienzo, cuatro años después, del boom más sostenido de la historia de los precios del petróleo, que hubieran garantizado a Venezuela un avance muy significativo hacia el desarrollo económico y social.  Pero, en vez de esto, la combinación del dinero del petróleo con el populismo (y la corrupción asociada con éste) ha llevado a Venezuela a esta crisis que tiene una magnitud que nunca ha existido en América Latina sino sólo en países africanos.  La incompetencia y la corrupción son tan graves que ya hay malnutrición crónica en el país.  Eventualmente ésta se traducirá en hambre a una escala gigantesca mientras que el colapso del sistema de salud implica no sólo que enfermos con cáncer y otras enfermedades graves no tienen medicinas sino además que enfermedades infecciosas no están siendo tratadas, con lo que Venezuela se puede volver un foco de infección para los países vecinos.  

¿Cómo pudo Venezuela haber caído en esta crisis más propia de Sudán o Etiopía que de América Latina?  ¿Cómo permitió el pueblo venezolano que lo llevaran hasta este punto?  La respuesta que da el Grupo Internacional de Crisis, la combinación de incompetencia y corrupción que es la característica del populismo, tiene un origen más profundo. 

El problema fundamental es el mismo que ha mantenido a América Latina en el subdesarrollo por ya dos siglos de vida independiente: la idea que el desarrollo es algo que se da naturalmente, que las personas y los países ricos son ricos porque los pobres son pobres, y que no hay que trabajar y educarse para desarrollarse sino sólo quitarles a los que tienen algo.  El  creer que estas cosas son así vuelve al pueblo latinoamericano vulnerable a la emergencia de caudillos populistas que le juran al pueblo que ellos, y sólo ellos, los volverán ricos de la noche a la mañana porque van a quitarles a los ricos para darles a ellos.  Por supuesto, lo que hacen es apropiarse ellos mismos de los recursos no sólo de ricos sino también de pobres, para volverse millonarios sin trabajar sino sólo como resultado de las dulces mieles del poder.  

Estos caudillos han sido el azote de Latinoamérica por ya dos siglos.  Los de ahora (como Fidel y Raúl Castro, Chávez, Maduro y otros) se pintan como modernos pero son iguales a los de hace doscientos años (Rafael Cabrera, Somoza, Perón, el Dr. Francia, Stroessner, etc.).  Solo cambian las ropas que se ponen y el lenguaje que usan.  Engañados una y otra vez, los latinoamericanos vuelven a caer en cuanto surge uno nuevo de estos redentores.  Ya esto no se puede explicar como ingenuidad.  Es como el alcoholismo.  El alcohólico vuelve y vuelva a caer en el mismo vicio igual que los latinoamericanos vuelven a caer en creer las promesas estúpidas de sinvergüenzas ignorantes.  Los resultados cada vez son peores. 
 

*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy.