Súplica pública al Papa Francisco

Papa Francisco: crece el número de  científicos que se van atreviendo a salir de su culpable silencio, por miedo a  los perjuicios si dicen la verdad

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Juan Carlos Portillo de Alianza y Juan Landaverde de Pasaquina.

/ Foto Por Douglas Urquilla

Por Luis Fernández Cuervo*

2015-08-16 8:41:00

En su maravillosa encíclica sobre la ecología, Santísimo Padre, usted escribe que: “Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones”. No dudo de que esa es  su sincera intención pero según yo iba leyendo con alegría esta encíclica, de pronto me encontré con unas frases que fueron como si me hubieran dado una cuchillada: allí estaba algo que nunca debió de estar: el calentamiento global y sus falsedades. Alguno de sus colaboradores, al que pidió asesoramiento científico sobre el clima, le traicionó y en vez de mostrarle la verdad, las opiniones bien fundamentadas científicamente de miles de científicos honestos, expertos en el clima, le pasaron como buenas las tesis falsas y dogmáticas que publica incesantemente el Panel Intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC).

Santo Padre: el IPCC no tiene ninguna credibilidad científica. Su historia es una serie de escándalos (el Climagate, el Glaciergate) de manipulación y falsificación de datos científicos y funciona como una especie de religión atea que quiere imponer sus dogmas y calumnia y persigue a todos los que opinan  de modo muy distinto.

Santo Padre: no existe ni ha existido un aumento de la temperatura de la Tierra que haya sido progresivo y peligroso. Comenzó a subir esa temperatura con el comienzo del siglo pasado, hasta 1940. Después, a pesar de la Guerra Mundial con el fuerte aumento de CO2 que supuso ella y el fuerte incremento industrial de la postguerra, el alza de la temperatura terrestre se detuvo. Después tuvo alternancias de subidas y bajadas hasta un alza máxima en 1998. Y en todo lo que va del siglo actual, la temperatura terrestre es menor que en el siglo anterior.

Me parece indudable que alguien o algunos de sus colaboradores han sido eficaces en que no llegaran a usted informaciones muy valiosas sobre la verdad del clima y la ninguna o mínima influencia que el CO2 tiene sobre él. Deshágase de esos traidores.

 Santo Padre, consiga que gente honesta le haga llegar a usted lo que opinan los verdaderos expertos sobre el clima y los siguientes documentos: Llamamiento de Heidelberg, (1992) que desde entonces, ha sido suscripto por 4.000 personas, de 106 países, incluidos 72 premios Nobel.  La Declaración de Oregón de1997, a raíz del Protocolo de Kyoto, firmada por 10.000 científicos, que manifestaron que dicho tratado “está basado, en nuestra opinión, en ideas fallidas”. Encabeza esa Declaración Frederik Steitz, Presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. El Informe del Senado de Estados Unidos sobre el calentamiento global (diciembre de 2008) rebatiendo las tesis del Panel Intergubernamental sobre el Calentamiento Global, firmado por 650 científicos.  Y, sobre todo, la Carta abierta al Papa Francisco,  del 27 de abril de 2015, encabezada por Michael Asten, profesor de Geofísica, de Australia y que hasta el 12 de julio actual había sido firmada por 196 personas. Es una carta larga, pero respetuosa, con claro criterio religioso y científico y donde le advierten con muy buenas razones que sustituir la energía basada en combustibles por paneles solares y molinos eólicos puede ser perjudicial para los países en desarrollo y para los más pobres del mundo.

Papa Francisco: crece el número de  científicos que se van atreviendo a salir de su culpable silencio, por miedo a  los perjuicios si dicen la verdad. La corrupción, que casi es global en nuestra cultura, ha infectado también el mundo de la ciencia y son muchos los científicos que viven muy bien, tienen facilidad de financiar sus experimentos y de publicar en revistas científicas de prestigio si secundan los dogmas del IPCC o al menos guardan silencio ante ellos. Es triste, pero es una realidad.

Soy un niño de 83 años y, como niño, me atrevo a decirle, con amor y con dolor, lo que los “mayores” no se atreven.
 

*Dr. en Medicina.
Columnista de El Diario de Hoy.
luchofcuervo@gmail.com