Con un nudo en la garganta

Esa sabiduría que sólo se aprende cayendo y levantándose, sacándose de adentro cualquier sentimiento negativo contra cualquiera por mucho daño que nos haya hecho. Por eso Sandra y yo nos hemos prometido seguir aprendiendo algo nuevo siempre, nunca dejar de soñar y actuar

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El ecuatoriano William René López Pazmiño (primer plano) dijo que la droga que le fue decomisada, la iba a recibir personal de la Fuerza Naval.  Foto EDH/ Archivo

/ Foto Por elsalv

Por Marvin Galeas *

2015-07-22 6:05:00

Me parece que fue la semana pasada  cuando iba al kinder a recoger a Abril María, la menor de mis hijas.  Veo su manita agarrada de la mía, su uniforme a rayas, sus calcetas, sus zapatitos negros y su lonchera.

La guerra  había  pasado.  Sandra y yo hacíamos  esfuerzos para  retomar la normalidad de nuestras vidas. Nos fuimos porque  creíamos  que en aquel contexto de autoritarismo y brutal represión no nos quedaba a los jóvenes idealistas otro camino que el de las armas.

La revolución socialista era entonces  un  ideal a realizar y no una tragedia consumada.  China y  Vietnam  tuvieron que recurrir  al capitalismo para sacar a millones de la pobreza. Sí,  el capitalismo, ese sistema del que el ex presidente izquierdista de Uruguay Pepe Mujica dicen que dijo: “Por más mierda que sea el capitalismo, es el que ayuda a crecer”.

Pero en aquellos días de fines de guerra, teníamos, como familia, muchas  metas y pocos recursos. Ya cuando la mayoría de nuestros compañeros de la secundaria era profesional o empresaria, nosotros ni siquiera teníamos un título ni referencias comerciales ni nada.
Pero teníamos  el ferviente deseo de formar nuestro hogar y de emprender. Había mucho  qué aprender, leer, hacer. No nacimos guerrilleros, pasamos por allí por qué creímos  genuinamente que era lo correcto.  Una vez terminó todo, había que recomenzar.

Sé que  Dios nos da a cada uno ciertos talentos  para ganarnos la vida. Otra cosa es descubrirlos y tratar ser apasionados  en lo que hacemos. O, lo peor,  descarrilarse por los callejones del crimen.

Regresamos, ya treintañeros, a la universidad.  Sandra tiene los talentos de las matemáticas y la facilidad para aprender idiomas. Así que se propuso tener una licenciatura y una maestría en dirección de negocios. Cumplió sus metas mientras trabajaba y criaba a las niñas con buen sentido, sobre todo con su ejemplar conducta.

A mí me encanta todo lo que se refiere a la comunicación. Consciente que los mejores cursos de las  ciencias de la comunicación están en inglés, tuve  primero que  graduarme en el dominio de ese idioma, para luego obtener un título en comunicaciones, Pero confieso que mi formación es más bien  autodidacta.

La combinación  es perfecta. Mientras yo me dedicaba a los productos de comunicación (programas de radio, corresponsal de prensa, entrevistador en televisión y periódico, columnista, conferencista y  escritor) Sandra administraba y ponía los cimientos del negocio: la oficina de comunicación estratégica, 15 años ya,  y muy pronto nuestra librería virtual.

Emprender  nos ha permitido educar a nuestras hijas. Nunca les impusimos creencias ideológicas o religiosas. Pero las tres, ahora adultas se confiesan católicas y defensoras del sistema de libre empresa.  Las hemos visto crecer, celebrado sus cumpleaños, fiestas rosas, primeras comuniones, graduaciones. Dos de ellas ya son profesionales. Y las tres son maravillosas personas.

Y aquí viene la parte triste. El otro mes tendré que ir a dejar a Abril María, la bebé,  a la Universidad para terminar el último año de su carrera.  El tiempo pasó rápido. Como persona he cometido muchísimos errores, demasiados quizá. Pero estas nenas me inspirar a ser cada día mejor.
Con la marcha de Abril María comienza a cerrarse un hermoso ciclo en nuestras vidas.  Escribo lo anterior con un nudo en la garganta, porque estas princesas dejaron de ser unas niñas para ser adultas y enfrentar sus propios retos y construir sus sueños. Por mi parte, inicio con Sandra un nuevo ciclo, con más experiencia, con menos taras y errores, con más energía y quizá con más sabiduría.

Esa sabiduría que sólo se aprende cayendo y levantándose, sacándose de adentro cualquier sentimiento negativo contra cualquiera por mucho daño que nos haya hecho. Por eso Sandra y yo nos hemos prometido seguir aprendiendo algo nuevo siempre, nunca dejar de soñar y actuar. Sabemos que por encima de cualquier cosa está la salud y la familia.  El Creador de todo, lo sabemos, está de acuerdo. No hay retiro, seguiremos vivos, amando y soñando, hasta el último suspiro. La vida es bella, a pesar de todo.

* Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleasp@hotmail.com