La verdad contra lo absurdo

No nos engañemos, y que lo entiendan también los homosexuales, con esta ley absurda, dictatorial e injusta, no se pretende hacer algo en favor de los homosexuales, se les manipula para tratar de ocultar su verdadero fin.

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Mexico's Andres Guardado, (18) celebrates his goal with teammates during the first half of the CONCACAF Gold Cup championship soccer match against Jamaica, Sunday, July 26, 2015, in Philadelphia. (AP Photo/Michael Perez) Gold Cup Final Soccer / Foto Por JL SAH**NY**

Por Luis Fernández Cuervo*

2015-07-26 7:16:00

Ante la inicua sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de los Estados Unidos decretando que es matrimonio la unión de dos homosexuales, lo peor es la gente que se anda por las ramas para ver la realidad y muy especialmente si son abogados. Uno comprueba la pereza mental de muchos cuando se trata de ver lo que es verdad y lo que es mentira. En otros casos más que pereza es cobardía: -“Yo no quiero opinar, que me dejen tranquilo; ¿a mí que más me da?

¿Qué habría que decir si ese tribunal hubiera decretado que los Estados Unidos cambiaban su nombre y pasaban a llamarse y ser Colombia? La respuesta es obvia: -que Colombia es otro país, que existe, con ese nombre desde hace siglos y que una ley no tiene poder para cambiar la realidad y que si lo intenta y pide dictatorialmente que se obedezca a esa ley está atentando contra la realidad, contra el sentido común, contra la justicia y contra la libre acción de los ciudadanos de mente lúcida que no están dispuestos a obedecer a esa falsedad.

Así pasa con el matrimonio, que es una realidad que existe desde hace siglos y que consiste en la unión estable entre un hombre y una mujer con la capacidad sexual para procrear, criar y educar nuevos ciudadanos. A cualquier país le va la vida  el proteger y fomentar  que haya muchos  de esos matrimonios, formando familia con muchos hijos que reciben dentro de ese hogar las primeras y más importantes formas de educación. Hay que insistir una y otra vez, que lo primero y más fundamental que necesita cualquier niño es ver que sus padres se quieren entre sí y que le quieren a él y a cada uno de sus hermanos. 

Cuando eso se altera por riñas entre el papá y la mamá, o peor cuando se llega al divorcio, el mal no solo se hace a esos hijos sino a toda la sociedad.

Y en cuanto a los pocos homosexuales que quieren convivir  emparejados con cierta estabilidad ¿alguien podría oponerse?  No, en absoluto, eso es un asunto suyo privado, íntimo, y si quieren darle fuerza de ley a su convivencia, estableciendo mutuos derechos y deberes, no es difícil encontrar las formas jurídicas adecuadas, como ya existen en otros países. Entonces ¿por qué esa insistencia en llamar a eso matrimonio? ¿por qué esa discriminación injusta contra los verdaderos matrimonios? Hay verdadera justicia cuando se obedece a la realidad. No consiste nunca en igualar lo que de hecho no es igual,  sino en dar a cada uno lo suyo.

No nos engañemos, y que lo entiendan también los homosexuales, con esta ley absurda, dictatorial e injusta, no se pretende hacer algo en favor de los homosexuales, se les manipula para tratar de ocultar su verdadero fin, que es acabar con los matrimonios, porque ellos son una barrera contra las directrices de la cultura de la muerte como ya mostró Mikhail Gorbachev proponiendo, el “Decálogo de la Nueva Era”, un código de conducta universal que constituirán un nuevo modo de vida. “El mecanismo que usaremos -–dice– será el reemplazo de los Diez Mandamientos, por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra”. 

Los matrimonios cristianos que han sido una de las bases más importantes para la creación y desarrollo de la cultura cristiano-occidental, deben ser sustituidos por la enseñanza corruptora del libertinaje sexual en niños desde muy temprana edad, por uniones heterosexuales inestables, “libres de compromisos”, por el fomento de la homosexualidad y, calladamente, por el incesto, la pedofilia y otras aberraciones sexuales, por la legalización del aborto y todo bajo una creciente dictadura legal, que desprecia o castiga al que no acate sus mandatos, al que proponga y viva conducta conforme a la ética universal, al que practique alguna forma de cristianismo -–peor si es católico–, porque son enemigos de esa nueva era.

*Dr. en Medicina.
Columnista de El Diario de Hoy.
luchofcuervo@gmail.com