Recordando un artículo anterior

Nuestra nación aún no cumple 200 años pero, saltándonos varias etapas, pareciera que hemos llegado, gracias al populismo, a la del Estado benefactor, regalón, deudo

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Los capitalinos podrán disfrutar de las ruedas y otras atracciones, que este año estarán en los parqueos del estadio Cuscatlán. 

/ Foto Por Archivo

Por María A. de López Andreu* 

2015-07-31 5:24:00

Esta semana ha sido especialmente dura para el pueblo trabajador, carente de transporte por orden de quienes, aparentemente, son los que en realidad mandan: las maras. Y, mientras infinidad de salvadoreños lloran nuevas víctimas de asesinato, el presidente Sánchez Cerén, sonriente y haciendo aspavientos con las manos,  inunda los medios con propaganda, entregando violines, inaugurando chorros y mostrándonos, orgullosamente, que “Salvador cumple”. ¿Creerá que así resuelve nuestros graves problemas? 

El amable lector sabe que la propaganda es una mentira absoluta, ofensiva y descarada. Tenemos el gobierno más incapaz que nuestro país haya sufrido (lo que parecía imposible después de la era Funes). Pero, ¿es solamente incapacidad, o hay algo más? 
Ante esa duda, creo importante repetir algunos párrafos de lo que, muy preocupada, publiqué en mi columna “Etapas de la democracia”, del 16/05/2009:  

“… el Profesor Joseph Olson, de Hamline University School of Law, Saint Paul, Minnesota, señalaba que, al año 2000, la democracia de los Estados Unidos estaba “entre la apatía y la complacencia” y ya un 40% de su población sufrían de completa “dependencia gubernamental”. Se refería a las etapas de la vida de una democracia, como las describe Alexander Tyler.

Según el profesor Tyler, el promedio de vida de las civilizaciones, históricamente, ha sido alrededor de 200 años. En ese período de tiempo, las naciones progresaron siguiendo una misma secuencia: del cautiverio o esclavitud, a la fe espiritual; de la fe espiritual a un gran coraje y trabajo duro; de esto a la libertad; de la libertad, a la abundancia; de la abundancia, a la complacencia; de ésta, a la apatía; de la apatía, a la dependencia y de la dependencia, nuevamente, al cautiverio y la esclavitud. 

Tyler, historiador escocés, profesor de la Universidad de Edimburgo, enseñaba a sus alumnos, (año 1787, cuando los originales 13 Estados de la Unión Norteamericana adoptaron su nueva Constitución) que la república ateniense había caído, 2000 años antes, debido a que la democracia es temporal, por naturaleza: una forma de gobierno que no puede existir permanentemente, porque se termina en el momento en que los votantes (haciendo uso de la democracia, precisamente) descubren que, con sus  votos, con el poder de las mayorías, pueden obtener, para sí mismos, generosos regalos de las arcas públicas.

Desde ese mismo instante — añadía Tyler- –  esa mayoría votará siempre por candidatos que prometan más prebendas y beneficios, con el resultado de que la democracia, finalmente, colapsará, ahogada por el déficit fiscal. Y eso, desafortunadamente, conduce siempre a una dictadura”.

Nuestra nación aún no cumple 200 años pero, saltándonos varias etapas, pareciera que hemos llegado, gracias al populismo, a la del Estado benefactor, regalón, deudor, convirtiéndonos en una población que espera todo a cambio de nada y ahora, tras ver insatisfechos sus deseos, exige mediante la violencia lo que debería obtener por su propio esfuerzo. Y el gobierno, tolerante con la delincuencia y amenazador contra el pueblo responsable y trabajador, contra los empresarios y los opositores políticos –en especial ARENA-– “resuelve” los problemas nacionales inculcando en la población un odio visceral contra todo aquello que, despectivamente, llama “la derecha”. Pregunto: ¿para llegar a la dictadura? 

Grecia, ahora mismo, ha caído en el caos por haber electo y apoyado gobiernos y medidas populistas. Bajo el amparo del Divino Salvador, siendo ciudadanos responsables, ¡salvemos a nuestro país!.

*Columnista de El Diario de Hoy.