La otra historia de Margarita

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El brasileño Fernandinho lucha un balón con el delantero paraguayo Roque Santa Cruz durante el partido de cuartos de final.

/ Foto Por EFE

Por Mario Vega

2015-06-27 5:30:00

“Margarita está linda la mar/ y el viento/ lleva esencia sutil de azahar”. Nada le costó aprender las primeras líneas del poema ¡Si llevaba su mismo nombre! Lo que no entendió fue la parte del azahar. Pero al llegar a casa su madre, mujer pobre, le explicó qué era el azahar. Así pasaron sus primeros años, entre escuela y sueños de conocer la mar. Pero sueños y poema fueron rotos cuando su padrastro la abusó por primera vez. Margarita le contó a su mamá, quien reaccionó golpeándola por mentirosa. Desde entonces la trató como rival y la despreciaba celosamente. Al quedarse sola el hombre continuaba abusándola. Sus diez años en flor se fueron marchitando para convertirse en deseos de morir. “Gentil princesita/ tan bonita/ Margarita/ tan bonita como tú”. Se llenó de rencor y se sintió sola, humillada, humillación abrumadora. A los trece años pidió entrar a la pandilla para que su padrastro le tuviera miedo. Pero le dijeron que estaba muy “morrita” para esas cosas.

En la pandilla todo se sabe y el Skinny, el palabrero, supo de las intenciones de Margarita. Le gustaba la niña y antes que otro se aprovechara decidió hacerlo él. No le costó mucho conquistarla. “Una tarde, la princesa/ vio una estrella aparecer/ la princesa era traviesa/ y la quiso ir a coger”. Al marcharse la mamá respiró aliviada, así se deshacía de su rival. El padrastro no se acercó más, sabía que el Skinny no le perdonaría jamás. Y Margarita se fue tras su estrella. “La quería para hacerla/ decorar un prendedor/ con un verso y una perla/ y una pluma y una flor”. Pero, pronto se dio cuenta que en todo eso no había amor. Todo fue deseo de huir, de escapar. De nuevo sola y sin tener adónde ir. La marihuana fue su consuelo en medio de tanta soledad. Cuando comenzaron a usar su minoría de edad para entregar droga, siempre tomaba un poco para aliviar su tristeza. Después venían los pleitos entre pandilleros porque no recibían la cantidad acordada. Con el tiempo, fueron entendiendo que era Margarita quien no entregaba completo. “Las princesas primorosas/ se parecen mucho a ti/ cortan lirios, cortan rosas/ cortan astros. Son así”. 

Tres años después, las cosas tomaron un nuevo giro. Margarita conoció el amor. Lo descubrió en la mirada ardiente del Petate; otro pandillero del lugar. Otro niño que de verdad, se enamoró de ella. Los dos sabían que quitarle la mujer al Skinny era la muerte. Guardaron en silencio el amor que solo palpitaba en el cruzar de las miradas. El Petate fue atrevido y no resistiendo más le propuso dejar la ciudad e irse a Apastepeque a vivir con un familiar. “Y ella dice: No hubo intento/ yo me fui no sé por qué./ Por las olas por el viento/ fui a la estrella y la corté”. Solo tardaron unos meses en encontrarlos. La pandilla tiene muchos ojos, muchos oídos. Margarita, ya de diecisiete, decidió volver sola. Regresó a la ciudad a esperarlos. Ellos llegaron. Se la llevaron a una casa “destroyer” y le pegaron hasta donde pudieron. “Un castigo has de tener/ vuelve al cielo y lo robado/ vas ahora a devolver”. La violaron todos. “La princesa se entristece/ por su dulce flor de luz”. La balacearon. “Margarita, esta linda la mar.” La cortaron en trozos. “Guarda, niña, un gentil pensamiento”. Cuando la policía juntó sus restos para enviarlos a Medicina Legal el caso quedó cerrado con el dictamen usual: “Es un ajuste de cuentas entre pandillas”.

*Pastor general de la misión cristiana Elim.