Vivir en malos tiempos

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elsalvador.com

Por Carlos Mayora Re

2015-06-05 7:00:00

Borges prologa uno de sus cuentos diciendo que al protagonista “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. La sensación es los nuestros no es que vayan muy bien (al menos en lo que toca a seguridad ciudadana), y quizá por eso es todavía más importante plantearse el modo de enderezarlos en lo posible. 

A la vista de la espeluznante cifra de asesinatos diarios, considerando que una gran parte de la violencia tiene su raíz en las pandillas, y en el modo en que los responsables de la paz social tratan ese fenómeno, consigno una serie de preguntas cuya respuesta no logro encontrar. 

¿Por qué si la pobreza y la exclusión han sido compañeros inseparables de nuestra historia, en los últimos tiempos han cargado con la culpa del aparecimiento de las pandillas, y del recrudecimiento de la violencia? ¿Se puede volver a rehacer un tejido social que nunca ha estado entero? ¿Cómo reinsertar unas personas en una sociedad a la que jamás han pertenecido? ¿Por qué detrás de un “marero” vemos un delincuente, y no una persona?

Parece claro que la emigración y la irresponsabilidad de las personas, especialmente de los hombres, son factores directos en el debilitamiento de la familia nuclear, que a su vez tiene una causalidad inmediata en el aparecimiento de las pandillas; pero los dos fenómenos no son nuevos, ya existían mucho antes de las pandillas ¿qué hace diferentes nuestros tiempos a este respecto? ¿Qué hace de los pandilleros personas desesperadamente necesitadas de afecto y de auto estima?

Se achaca con frecuencia a la pobreza, y más concretamente a las condiciones estructurales que condicionan la capacidad de las personas para salir de ella, la culpabilidad del aparecimiento y continuidad de las maras. Sin embargo, es plausible suponer que nunca antes ha circulado tanto dinero (proveniente de las remesas, de las extorsiones o del comercio formal e informal) entre tantas personas, y a mayor disponibilidad de medios económicos, mayor es la problemática que engendra y mantiene a las pandillas… Entonces ¿qué relación real hay entre capacidad adquisitiva, pobreza material y el fenómeno asociativo que está en la base de las pandillas?

Situaciones como el declive de la religión y los valores espirituales, el alto grado de corrupción en varias instituciones gubernamentales y en algunas empresas privadas, la pobre calidad de la educación formal, tanto privada como pública, el aumento de la emigración, la ineficacia del sistema judicial, tanto procesal como punitivamente, han existido siempre. Sin embargo, no es sino hasta hace unos años que todos esos factores se han combinado para engendrar las pandillas ¿por qué? ¿Ha habido uno o varios catalizadores? ¿Se puede deshacer ese coctel tan explosivo?

¿Qué se puede lograr para devolver la paz social, en una sociedad en la que bastantes líderes –del gobierno, privados, de empresa, religiosos y políticos– tienden más al propio interés que al bien común, y no se preocupan realmente de poner por obra la tríada triunfadora en el combate a las pandillas: prevención-reprensión-educación? Dicho brevemente ¿tiene salida una sociedad en la que campa la corrupción?

En una sociedad fragmentada, pero sobre todo en una comunidad civil compartimentada, en la que cada quien habita su celda de la colmena, se relaciona exclusivamente con sus iguales, circula solo por zonas delimitadas de la ciudad, compra y se divierte en guetos ¿Los líderes públicos y privados harán su mejor esfuerzo para enfrentar de una vez por todas el problema, mientras no se vean afectados personalmente por la delincuencia?

Una última pregunta: ¿qué puede hacer cada uno de nosotros por ayudar a salir a tantos hombres y mujeres de esa “cárcel cultural de muchos barrotes” en la que –prácticamente sin darse cuenta– se hallan prisioneros?

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare