La llegada de los candidatos independientes…

descripción de la imagen

Sergio Aguero de Argentina pelea el balón con Miguel Angel Samudio de Paraguay durante el partido de la Copa América. 

/ Foto Por AP

Por Luis Mario Rodríguez R.

2015-06-13 6:00:00

Los partidos tradicionales siguen enfrentando difíciles retos para atraer a los votantes y conservar su estatus como actor político relevante. En otra ocasión señalamos a las redes sociales, a los personalismos en política y a los movimientos ciudadanos como los contendientes más importantes que rivalizan con los partidos los espacios para acceder a cargos de elección popular. 

Las primeras son en realidad un instrumento que ha venido sustituyendo de manera progresiva a los medios tradicionales utilizados en las campañas electorales. Los candidatos han encontrado una forma de interactuar con los ciudadanos y éstos últimos descubrieron la llave para exigir cuentas a los aspirantes que pretenden reelegirse en el puesto. Un buen “tuit”, inteligente, persuasivo y directo, puede “viralizarse” entre cientos de miles de cuentas y catapultar una candidatura o hacer que se desplome y acabar así con las pretensiones de un político. 

También indicamos en su momento que los personalismos en política debilitan los cimientos de los partidos. Se trata de individuos que aprovechan la frustración del electorado para desgastar aún más a los partidos y se autoproclaman como los “salvadores del sistema”. Hasta ahora, la historia política contemporánea en América Latina no nos ha mostrado un caso destacado en el que los “candidatos sin partido” hayan desempeñado un mejor papel que el realizado por aquellos vinculados a las fuerzas políticas. Prácticamente todos han terminado corrompiendo más al sistema o lo que es peor, han reducido a su mínima expresión el Estado de Derecho hasta convertir a las instituciones y al orden jurídico en instrumentos a la orden de su proyecto político. Su estrategia ha sido la de crear institutos políticos nuevos o utilizar algunos de los antiguos, única y exclusivamente como vehículos para competir y ganar las elecciones. 

El discurso empleado por estos políticos ha minimizado la importancia de los partidos y se ha concentrado en exaltar sus atributos personales como la condición necesaria para satisfacer las expectativas de los habitantes. Eliminan los colores de sus atuendos, rechazan los gestos y las expresiones con las que se identifican a los militantes y frecuentemente contraponen sus ideas a las promovidas por el partido que los postula. En algunas ocasiones, en realidad se trata de una estrategia del candidato y del partido, que se disfrazan a la vez de moderados o extremistas, con la finalidad de “pescar” a votantes duros, a los indecisos y a los nuevos electores. 

Una situación muy diferente es la de los candidatos independientes. Aunque coinciden con los anteriores en su estrategia de sumar seguidores en función del descrédito de los partidos, no participan en una elección adscritos a estos. Son individuos que, amparados en la ley, impulsan su candidatura enalteciendo sus credenciales personales. En la mayoría de países tienen serias desventajas porque, o no reciben financiamiento del Estado o perciben mucho menos de lo entregado a los partidos; no cuentan con una estructura que les represente territorialmente a nivel nacional en una elección presidencial, o en una a nivel local, sobre todo si se trata de un territorio inmenso como uno de los estados mexicanos; y en algunas legislaciones se les exige un número de firmas imposible de cumplir como requisito para inscribir su candidatura.

En México, precisamente, los candidatos independientes irrumpieron con paso firme en las recientes elecciones. Entre 124 pretendientes de este tipo, destacan los casos de Jaime Rodríguez, el Bronco, que se impuso como gobernador de Nuevo León, uno de los estados más ricos de la tierra tapatía, con el 48.9 % de los votos; Manuel Clothier quien ganó una diputación federal por Culiacán, Sinaloa, con un 43.2 % de apoyo electoral; César Valdés como alcalde de García, Nuevo León, con un apoyo de 41 % de los sufragios; mientras que en el ámbito local se impusieron Pedro Kumamoto, como diputado de Zapopán, Jalisco, con un 37.6 %; Alberto Méndez, como presidente municipal en Comonfort, Guanajuato, y Alfonso Martínez, que se agenció la capital de Michoacán, en Morelia, con 29.3 % de los votos.

La lección de esos comicios está muy clara: los partidos políticos, o se modernizan, o gradualmente irán reduciendo su radio de acción en la política nacional. Así lo reconoció el presidente Peña Nieto, quien además resaltó que esta nueva etapa se debía principalmente a la reforma política a través de la cual se abrieron inéditas oportunidades de participación.

No es posible predecir el comportamiento de estos nuevos actores políticos. Es necesario esperar a que transcurra el período para el que fueron electos y al final auditar el cumplimiento de las promesas, su probidad y la manera en la que administraron el poder. Mientras tanto los partidos deben apurar el paso ya sea para recuperar el terreno perdido o para evitar que se desvanezca su influencia en el sistema político.

*Columnista de El Diario de Hoy.