La Hidra y la nueva violencia

descripción de la imagen

La FAO y el Programa Mundial de Alimentos hicieron un llamado a los gobiernos de C.A. para combatir los efectos de la sequía sobre la seguridad alimentaria.

Por Mario Vega*

2015-05-27 2:14:00

De acuerdo a la mitología griega la Hidra era un monstruo acuático responsable de cuidar la entrada al inframundo. Tenía forma de serpiente y nueve cabezas. Heracles se enfrentó a ella y con su espada le fue cortando cada una de sus cabezas pero, cada vez que le cortaba una, dos más fuertes que la anterior renacían en su lugar y se volvía más agresiva. La leyenda ilustra que la derrota de un enemigo no siempre se alcanza siguiendo las normas tradicionales. Cada ser tiene sus propias características y es solo en atención a ellas que se le puede derrotar.

Una experiencia parecida es la que ahora vivimos en nuestro país en relación al combate de la violencia de las pandillas. La actual política represiva está orientada a aislar a los cabecillas nacionales de sus colaboradores con el propósito de desarticular el mando de los homicidios y las extorsiones. El razonamiento detrás de esa política es la suposición que la violencia deriva de las órdenes de un grupo pequeño de personas y que desconectándoles de las bases operativas se mitigarán las acciones delictivas.

La realidad, como muchas veces se ha demostrado, es que las pandillas son el producto de cómo la sociedad se encuentra estructurada. El fenómeno de la violencia no responde a los lineamientos de unos pocos dirigentes sino a los niveles de marginación y humillación que viven las personas, especialmente los niños y jóvenes. En su lucha por alcanzar respeto se incorporan a las pandillas en donde la valía de cada quien depende de su capacidad para volverse despiadado, insensible e iconoclasta. Los liderazgos se logran o se arrebatan usando la agresividad como lenguaje y retando, desplazando o eliminando al más fuerte. Los liderazgos piramidales se vuelven la dinámica propia en un ambiente altamente homogéneo donde existe una sed insaciable por alcanzar el respeto. En esa búsqueda única, queda establecida una sucesión de mando que luego viene a ser reconocida por el grupo entero. El aislamiento o eliminación de un cabecilla no significa la derrota ni la desarticulación del grupo. Es solamente crear el espacio para el ascenso de una cadena interminable de sucesión de jóvenes que no temen a la muerte sino a la posibilidad de perder el respeto acumulado. Igual que la Hidra, siempre renacen nuevas cabezas. El creer que por desarticular el mando de una pandilla, en el nivel que sea, se resolverá el tema de la violencia es no comprender el fenómeno social que se encuentra tras ellas.

El dilema viene a ser el mismo de Heracles: enfrentarse a un monstruo de nueve cabezas, de veinte, de cien o de mil. Pero más importante que el número de cabezas es ¿qué grado de agresividad será el de las nuevas cabezas? En la medida que se van atomizando los mandos estos van perdiendo la visión estratégica y hasta política que han mostrado en el pasado reciente. Van quedando los mandos que son más cortoplacistas y con muchas energías para la guerra. Son los que no miden ni les preocupan las consecuencias de asesinar a una personalidad civil o militar. En otras palabras, se tiene una cada vez más violenta pandilla. Así las cosas, el incremento en el índice de asesinatos de las últimas semanas no es un fenómeno que responda a un evento en particular. Es el nuevo nivel de violencia que vivirá nuestro país de hoy en adelante.

*Colaborador de El Diario de Hoy.