Educación masificada y población vaga

descripción de la imagen
Fieles de la parroquia de Mejicanos atendieron con platos típicos a peregrinos. Foto EDH / L. M.

Por Por María A. de López Andreu*

2015-05-22 8:00:00

EDH publicó el 18/05/2015 el preocupante artículo “Hacia una educación igualitaria y masificada”, del Dr. Luis Fernández Cuervo, en el que desarrolla las siempre sabias enseñanzas de C.S. Lewis. Por favor, léalo en wttp://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=50839&idArt=9672444. ¡No tiene desperdicio!

Recordé, entonces, un escrito que mi primo Rally, médico, me envió: “Estamos criando vagos”, del psiquiatra dominicano César Mella Mejía. Imposible publicarlo entero, por cuestión de espacio, pero reproduzco muchos de sus conceptos que ilustran el hecho de que, no solamente la escuela, sino principalmente los padres de familia, estamos criando cuervos que nos sacarán los ojos. Dice:

“Nos asombramos porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo, incluso una cuota semanal o mensual, sin que trabajen por ella. ¡Y todavía se quejan porque ‘eso no me alcanza’!

Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos, te contestan con desfachatez: yo no pedí nacer, tu obligación es mantenerme.

Idolatran amigos y falsos personajes de reality shows. ¡Ah! pero viven criticando a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.

¿En qué fallamos?

En que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo: ¡Yo no quiero que mis hijos pasen los trabajos y carencias que yo pasé!

Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero. El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido, convirtiéndoles en habitantes de una pensión, con todo incluido, que después intentamos que funcionara como un hogar.

Es alarmante el índice de divorcios; van a la conquista de su pareja y, sólo unos meses más tarde, se divorcian porque no funcionó, porque ninguno quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la ‘pensión’ en la que se convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a casa para que mamá y papá continúen resolviéndoles la vida.

Háganles el hábito de saber ganar el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita.

Que entiendan que asistir a la escuela es un compromiso con ellos mismos, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.

Todos los niños deben, desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.

Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición”.

Espeluznante por su veracidad. En nuestro país, donde el gobierno construye clientelismo en lugar de ciudadanía, a los padres de familia nos toca rescatar el amor al trabajo que un día tuvimos. Como dice David Isacs: No nos preocupemos por qué mundo dejaremos a nuestros hijos; preocupémonos por qué hijos dejaremos al mundo.

* Columnista de El Diario de Hoy.