Libertad verdadera y falsas libertades

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Por Por Luis Fernández Cuervo*

2015-05-10 5:00:00

Un culto y educado lector de mis artículos me escribe lo siguiente: «¿Me intriga algo cómo usted sincroniza esta espiritualidad con horizonte amplio, si la he percibido e interpretado correctamente, con sus múltiples artículos en defensa de una religión y un Vaticano basado en el dogma y que limita al ser humano desde muy joven a desarrollarse espiritualmente libre de dogma (¡y miedos!) limitante?». Y yo le contesté que “los dogmas de la Iglesia son como las señales adecuadas en las carreteras: son para no salirse de ellas y no caer al barranco. No quitan la libertad: quitan el miedo a desbarrancarse”.

En realidad creo que por dogma –que son muy pocos– él entiende algo más amplio; seguramente todas las leyes de la Iglesia. Pero basta con lo hasta ahora escrito para que quede bien centrado el problema. ¿La religión católica impide con sus normas un buen desarrollo de la libertad personal? ¿Cual sería el tipo de libertad que ayuda fundamentalmente al desarrollo de una excelente personalidad? En un correo posterior, este lector me dice: «crecí totalmente sin ataduras religiosas y políticas y así tuve la “libertad de escoger el camino espiritual que quisiera como adulto”.

Es posible que si se prescinde de esas ataduras, y en el mejor de los casos, una persona inteligente y honesta puede elegir un tipo de vida respetable, placentero e incluso con cierta dedicación al prójimo. Pero ha adquirido otras ataduras mucho peores: el agnosticismo o el franco ateísmo y con ello deja sin fundamento las obligaciones morales universales porque de algún modo está haciéndose, de sí mismo, un dios. Además ante la cuestión más importante, la muerte, no tiene más respuesta que, con ella, se acaba todo. Con eso ha matado el espíritu y dañado lo mejor de la libertad cuya finalidad última es elegir a Dios.

Hoy son muchos, especialmente entre los jóvenes, los que piensan y viven con ese concepto equivocado de que se es más libre sin obedecer más que lo que a cada uno se le antoje. Dios y las leyes morales universales no les interesan para nada, mientras puedan disfrutar de la vida que ellos han elegido para sí mismos.

Al mismo tiempo, siguen existiendo personas que se pasan la vida trabajando en el cuidado de discapacitados, ancianos y enfermos, a veces desagradables por su carácter o sus lesiones corporales repugnantes y todo ello bajo reglas estrictas de moral y vida religiosa. Es decir, han elegido libremente una aparente esclavitud, para toda la vida. Bueno, pues, no creo que ninguna de esas personas, frailes o monjas, se droguen o se suiciden. Por lo visto bajo esa entrega de su libertad hasta la esclavitud, por amor a Dios y al prójimo, se esconde una oculta felicidad profunda. Gran misterio.

En cambio entre los que se liberaron de Dios y sus mandatos es justamente donde florece en proporción creciente el alcoholismo, la drogadicción, las depresiones, las necesidad de psiquiatras o de internarse en hospitales para desintoxicarse y, en muchos de ellos, al final, el suicidio. Son cifras de la ONU que señala, sobre el suicidio, cómo aumenta entre jóvenes y cada vez de edades más bajas. ¿Gran misterio también?

No, no hay tal. Vayamos al Génesis a esa parte de la Biblia que para los libertarios solo es un mito. Allí Dios, del Jardín del Edén solo les prohibió a Adán y Eva comer de los frutos del árbol del bien y del mal bajo pena de muerte. Pero ¿qué les dijo el demonio? que Dios mentía y que en cambio si comían de ese fruto, serían como dioses. Y en eso estamos. Se libera uno de Dios y de sus mandatos y pasa uno a ser dios de sí mismo. Al principio está el goce de ese tipo de libertad, luego viene el oscuro abismo de unas vidas carentes de sentido y después una muerte por desesperación.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com