De Dios puesto entre paréntesis, a Dios culpable

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El festejo de Jonathan Philippe con sus compañeros. Marcó doblete al Juventud. 

/ Foto Por Marlon Hernández

Por Por Luis Fernández Cuervo*

2015-04-26 5:00:00

Actualmente y a primera vista, el ateísmo es mayoritario en toda la cultura occidental (Europa y las dos Américas). Impulsado coactivamente por el imperio de la “cultura de la muerte” también tiende a extenderse a los países africanos y asiáticos.

Hay muchos tipos de ateísmo, incluyendo los que vergonzantemente dicen no ser ateos sino agnósticos, pero del que quiero escribir aquí es de uno muy nuevo y muy difundido entre la gente joven. Se trata de eso donde a Dios ni se le adora ni se le ataca, sencillamente se le ignora. Dios es algo que no les interesa. No le necesitan para ir conformando sus vidas según ese concepto de libertad que no obedece a leyes ni normas morales, sino solo a los gustos y apetencias de cada uno. Claro es que este tipo de ateísmo tiene una debilidad de base y se viene abajo en cuanto surge el fracaso profesional o sentimental rotundos, la enfermedad mortal sin remedio o la catástrofe inminente.

Cuando el avión A320 de Germanwings se estrelló y se desintegró a más de 750 km/hora contra el macizo de los Alpes, por un acto de libertad suicida del piloto Andreas Lubitz, se encontró después un video grabado en el interior de ese avión, obtenido de la tarjeta SIM de un móvil y cuya transcripción fue revelada por Paris Match y el diario alemán Bild. De ese video destaca, de la grabación de pocos segundos, un sonido en el que, junto a las exclamaciones de terror, se escuchan tres frases nítidas de idéntico significado en tres idiomas distintos: Ay, Dios mío, Oh my God y Oh mein Gott. Se escuchó también la expresión: “Señor, Señor”, pero menos claramente, Después, el silencio, el terrible silencio.

¿De qué personas salieron esas invocaciones a Dios? Nadie sabe. Entre los pasajeros abundaba la gente joven… Dice un proverbio marítimo: “No hay marineros ateos en medio de la tormenta”. Pero no sé si ahora ese proverbio se cumple en este tipo de ateísmo donde Dios no cuenta para nada. Porque lo que mas me llama la atención es precisamente esa tranquila indiferencia sobre Dios, cierto desinterés por el futuro, y eso entre la gente joven lleva también una fuerte dosis de aburrimiento, porque nada de su mundo importa demasiado, nada tiene la fuerza para las grandes empresas. Más tarde o más temprano, ese aburrimiento vital se va agrandando hasta el abismo del oscuro vacío existencial.

Y es en este tipo de ateos, donde aparece con más frecuencia el reclamo indignado ante la fuerte desgracia en ellos o cuando le ocurre a algunos de su pequeño mundo. Entonces con frecuencia viene el poner, con exclamaciones, mitad de sorpresa, mitad de indignación, al mismísimo Dios, en el banquillo de los acusados, diciendo: –¿Por qué ha tenido que ocurrirme a mí? ¿Por qué a uno de los míos? ¿Por qué tienen que ocurrir cosas así? Si existe Dios ¿por qué dejó que esto ocurriera?

Ante la existencia del mal a lo largo de los siglos de la vida humana, el cristiano cree en el pecado original y en el terrible poder de la libertad humana, la única libertad donde se puede escoger hacer el bien o hacer el mal, a diferencia de la libertad de Dios que no puede hacer el mal ni quererlo; solo puede permitirlo.

Cuando ocurren esas terribles desgracias cuya causa es un acto de libertad humana, como en el caso del piloto suicida que estrellando voluntariamente el avión causó la muerte inmediata de todos sus ocupantes, no faltan los que le echan la culpa a Dios o les parece muestra clara de que Dios no existe. No es extraña esa acusación porque ignoran la verdadera libertad, al verdadero Dios y el misterio de la redención de todos los hombres al alto precio de la Pasión y Muerte del Hijo Amado de Dios Padre.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com