El Estado y los monos

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Foto Por edhdep

Por Por Max Mojica*

2015-04-10 5:30:00

El 26 de mayo de 1953, durante la presidencia del teniente coronel Óscar Osorio, se creó el Parque Zoológico Nacional, desligándolo del Museo Nacional por disposición del Ministerio de Cultura. El 23 de diciembre de 1953 fue trasladado a los terrenos que ocupa actualmente (antigua finca Modelo) con un área de 10 manzanas, y en ese entonces con una existencia de 208 animales de diferentes especies.

El 29 de junio de 1955 se formó un lote de 17 ejemplares exóticos, comprados en Hamburgo, Alemania, entre los cuales, además de cebras, tigres de bengala, antílopes, camellos, carneros del África y mandriles, figuraba una elefanta asiática llamada Manyula, que murió el 21 de septiembre de 2010, debido a la nefasta ingesta de una semilla de mango peludo, presumiblemente suministrada por un descuidado visitante del lugar.

En el zoológico habitan más de cuatrocientos animales, de los cuales ya se contabilizan más de 50 muertes desde el año de 2012. Entre las lamentables pérdidas se encuentra la de un micoleón (Potus flavus), pero han partido al más allá tres ovejas, 19 serpientes, una canguro y también Harry, el tigre, entre otros. Los reportes reflejan que desde 2007 hasta la fecha han muerto en el zoológico más de 200 animales. Sin embargo la cifra pudiera ser más alta porque en 2007 se perdieron algunos registros.

Cuando un salvadoreño visita el parque zoológico, debería adentrarse en “el ambiente de la selva”, llamadas de todo tipo de animales: monos, tigres, elefante, lobos, zorras, aves y otros. Pero lamentablemente, aquí ni el león ruge y a duras penas se mueve. El ambiente “selvático” es provocado no por los animales alicaídos que hay en sus instalaciones, sino por los salvajes pitos y motores de los autobuses que circundan el lugar. En vez del aire fresco de la selva tropical, se respira smog, y el rugido más salvaje que puede oírse es el de las “llamadas” realizadas por los cobradores de buses, acompañado de silbidos y gritos propios de la jungla.

Por las mañanas, habitualmente ingresan al parque buses llenos de escolares quienes con mucha emoción esperan conocer en persona a los animales que ven en la televisión o en los libros. Los niños hacen la fila para pagar su entrada, algunos se adelantan a otros con tal de ser los primeros en ver a los leones, monos, avestruces y vivir la aventura de su vida. Sin embargo la emoción de los visitantes poco a poco es opacada por la falta de limpieza del lugar, las condiciones infrahumanas en que son mantenidos los animales, especialmente los monos en esas deplorables jaulas pequeñas que más parecen propias de una cárcel cubana, el palpable descuido y falta de inversión en las instalaciones y las dudosas condiciones de salubridad de la “laguna verde”, tan verde que parece escenario de una película de terror post-atómico de los 60.

Son varias las historias de animales que han muerto por ingesta de objetos extraños y alimentos que los visitantes les arrojan, una mala costumbre que el tiempo no ha podido erradicar. Los niños, sin la debida guía de sus padres o maestros, ni mucho menos, empleados de la institución, se les ocurre que es muy lindo compartir una fritura o una galleta con un león, o un dulce con un mono, sin calcular los serios daños que tales actos de inoportuna generosidad causan en la salud de los animales.

La Dra. Vilma Durán, directora ejecutiva de la Sociedad Protectora de Animales de El Salvador (SPAES), considera que existen otros problemas además del ruido y de los dulces y frituras lanzados por los escolares. Uno de ellos es el río contaminado que lo atraviesa: el Acelhuate es la gran cloaca de San Salvador. Los animales podrían obtener de allí parásitos externos e internos. Durán afirma que ha recurrido a instituciones como la Fundación Zootécnica de El Salvador (Funsel), y se llegó a la conclusión de que lo mejor sería sacar el parque zoológico de la zona en la que se encuentra.

Durante los vilipendiados “Veinte años de ARENA” se realizó la última remodelación de la infraestructura de la institución, pero el dinero invertido no alcanzó para mejorar otros aspectos importantes, no solo a nivel estético, sino a nivel administrativo, tales como los aparatos con que deben de contar los veterinarios para la adecuada atención de los animales.

El director del zoológico asegura que se trabaja duramente para mejorar las condiciones que el parque ofrece a los animales, aunque su trabajo a todas luces no es suficiente ni notorio, o al menos eso se nota de las condiciones en que se encuentran sus inquilinos, y es que los parques zoológicos tienen que cumplir con condiciones básicas de acuerdo a los estándares mundiales que rigen a este tipo de instituciones: iluminación adecuada, agua potable, asistencia veterinaria constante, espacios y ambientes adecuados al tipo de animal, instalaciones limpias y personal capacitado. Pero para lograr lo anterior resulta necesario contar con un presupuesto adecuado. Una empresa privada lo obtiene de sus ingresos ordinarios, una empresa pública, como lo es el Zoológico Nacional, lo obtiene del presupuesto general de la Nación. Ahora que conocemos que el Ministerio de Hacienda recortó el presupuesto para las elecciones de 2014, procurar una “dieta balanceada” a los monos araña, difícilmente estará dentro de las prioridades del erario nacional. Así las cosas, lo más adecuado sería buscar una figura para que el parque zoológico sea administrado por manos privadas, pues sería lo único que realmente salvaría a los animales de su lamentable situación actual, principalmente debido a que ni la situación fiscal del país ni las tarifas que cobra el zoológico, permitirán la obtención de los fondos necesarios para darles a los animales un cuido adecuado.

La lamentable situación actual del zoológico nos hace concluir que el Estado y los monos, no hacen buena pareja.

*Colaborador de El Diario de Hoy.