La inexcusable inactividad del pueblo

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elsalvador.com

Por Por Manuel Hinds*

2015-04-16 5:00:00

El país está cada vez peor en todo sentido. El gobierno ha demostrado su total incompetencia en todos los campos. Su manejo de la seguridad no puede ser más errático. Su lenguaje y su creciente burocracia detienen la inversión privada, y su propio deseo de crear una red de clientelismo contratando gente que no tiene otro mérito que el de hablar en contra del sector privado ha resultado también en una decreciente inversión pública. Los servicios públicos, incluyendo principalmente la salud y la educación, dejan cada vez más qué desear. No han podido hacer funcionar ni al Sitramss. Hasta las elecciones las han manejado de una manera inaceptable, y con una actitud soberbia de “¿Y qué?”.

Todavía más increíble es que el gobierno parece estar totalmente inmune a todos estos problemas y a las quejas de la ciudadanía. El Salvador es uno de los dos o tres países más peligrosos del mundo. Pero el presidente dice que los medios de comunicación son los que exageran el problema de la seguridad. ¿De qué se preocupan? El presidente del Tribunal Supremo Electoral dijo antier que había que “inaplicar” la resolución de la Sala de lo Constitucional de volver a contar los votos para diputados de San Salvador. Parecen estar más preocupados por defender a Maduro que por gobernar bien y cumplir la ley en El Salvador.

Hay un cierto nivel, bajo por cierto, en el que todo esto tiene una cierta lógica. Obviamente el gobierno es un ente abstracto que no existe en la realidad y no tiene orejas ni mente para preocuparse. Los que tendrían que escuchar y preocuparse son los funcionarios que trabajan en él, y ellos sienten que todo está inmejorable porque ellos nunca han estado tan bien. Todos están muy por encima de lo que su nivel educativo y sus habilidades les proporcionarían en ingresos y visibilidad si no los hubieran conseguido por la vía política. Bañados en las mieles del poder, es imposible para ellos identificarse con la angustia del pueblo. Estos son los mejores tiempos de su vida.

Lo que no tiene lógica es la total desidia del pueblo frente a todos esos problemas, incluyendo la irresponsabilidad del gobierno. El pueblo podría ejercer mucho más presión sobre los políticos del FMLN para que cumplan con su cometido y con la ley.

Un politólogo norteamericano, Edward C. Banfield, gastó un buen tiempo en los años cincuenta en un pueblo muy pobre del sur de Italia, tratando de entender por qué era tan pobre. Al poco tiempo se dio cuenta de que los habitantes del lugar no estaban dispuestos a hacer nada que no les representara una ganancia inmediata para resolver sus propios problemas.

Por ejemplo, Banfield observó que la pobreza de los campesinos era terrible pero que ella no impedía que dedicaran un poco de tiempo de vez en cuando para trabajos comunales como reparar el orfanato, o ayudar en la educación de sus hijos, o asegurarse de que los funcionarios electos cumplieran con sus obligaciones. Como el gobierno no cumplía con sus tareas, y nadie quería ayudar en ellas, y nadie le exigía al gobierno que las cumpliera, esas cosas no se hacían, y eso era lo que mantenía pobre al pueblo.

El problema de fondo era que por desidia o por inmadurez no podían cooperar entre sí para resolver sus problemas más graves. No lograban comprender que si ellos no resolvían sus problemas nadie se los iba a resolver. Y se dejaban hundir.

Eso es lo que pasa en El Salvador. Siempre buscamos que el gobierno nos solucione los problemas. Pero dejamos que el gobierno sea capturado por personas que no tienen ningún interés en resolverlos. Y los dejamos que no hagan nada y nos quejamos todavía más y esperamos que Estados Unidos fuerce al gobierno a resolverlos. Esperando que lo hagan otros, no hacemos nada por nuestro futuro.

Otras sociedades no tienen los problemas que nosotros tenemos no porque todos sean ángeles, sino porque la gente toma su destino en sus manos. Mientras no hagamos esto, vamos a tener gobiernos que no harán nada por resolver los problemas del país.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.