¡No nos representan…!

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Sismo de magnitud 5.5 sacude El Salvador

Por Por Luis Mario Rodríguez R.*

2015-04-04 6:00:00

Concluido el prolongado escrutinio final electoral, le corresponde ahora a los partidos ejercer el poder político. Es una etapa en la que los legisladores tienen la oportunidad de cumplir con las expectativas ciudadanas. Viene la elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del Fiscal General de la República y de los integrantes del Consejo Nacional de la Judicatura. También se debatirán las reformas al sistema de pensiones, la nueva legislación para el combate y la prevención del crimen, los cambios al sistema electoral que corrijan las deficiencias que arriesgaron la legitimidad del proceso, el ordenamiento jurídico que ayude a dinamizar la economía y las iniciativas vinculadas a la seguridad alimentaria y al derecho al agua.

Esas y otras aspiraciones del electorado aguardan respuesta para los próximos tres años. Ciertamente el Legislativo no es el único responsable de solucionar los problemas nacionales. Los Órganos Ejecutivo y Judicial deben aplicar las leyes y administrar justicia respectivamente. Sin embargo son los partidos los que se agencian el repudio de la gente cuando se evalúa el comportamiento del Estado. Por lo general a las fuerzas políticas se les coloca en el último lugar y el calificativo que se les endosa a los diputados habitualmente no es el más elegante. Los afectados por la inseguridad, la falta de empleo o la pobreza atribuyen su situación a la falta de consensos políticos.

La percepción acerca de lo mal que representan los partidos a los intereses colectivos les está pasando factura. En España, por ejemplo, al grito de “no nos representan” diferentes movimientos de la sociedad civil vienen exigiendo un giro de timón en la conducción del sistema político. Quienes impulsan esta iniciativa simplemente ya no creen en los “partidos tradicionales”. Todas sus desdichas son consecuencia del mal manejo que aquellos han hecho de la economía, de las finanzas públicas y de la administración del Estado. Quienes rechazan a la clase política vigente proponen sustituirla por nuevos liderazgos más cercanos a la gente, menos ideológicos, probadamente honestos y sin lastres partidarios. Así nacieron “Podemos” en España, “Syriza” en Grecia y varios movimientos, todavía amorfos, se están gestando en el caso mexicano. Un enorme conglomerado anticorrupción en Brasil espera su turno para barrer con quienes han traicionado la voluntad popular.

El futuro de los partidos, tal y como los conocemos, es incierto. En la actualidad compiten contra tres adversarios silenciosos: la frustración de una abultada colectividad, los personalismos en política y las redes sociales. Los ciudadanos desilusionados por el incumplimiento de las promesas electorales, se están aglutinando en agrupaciones civiles mejor organizadas que las fuerzas políticas, que descifran con más claridad las necesidades de la gente y que terminan participando en comicios para alcanzar el poder aunque esa no era su intención inicial. Esas multitudes saben identificar bien a sus líderes. De ahí surge la “personalización” de la política. Se trata de individuos que dicen lo que el pueblo quiere escuchar y que dirigen ácidas críticas hacia los políticos veteranos. Pablo Iglesias en España y Alexis Tsipras de Grecia encarnan a ese tipo de “adalides de la esperanza”.

El medio más eficaz al que recurren estos “fenómenos políticos” para trasladar su mensaje es el de las redes sociales. Por esta vía obtienen seguidores, convocan a grandes concentraciones y debilitan a sus oponentes. Si bien en algunas ocasiones crean una imagen virtual cuya solidez no se traduce en votos, al final obtienen el apoyo suficiente como para ganar elecciones aunque por márgenes bastante estrechos.

Mientras esas nuevas expresiones sociales continúan fortaleciéndose, los partidos no alcanzan a desentrañar los deseos de la población ni los de sus propios militantes. Las reformas orientadas a democratizar sus procesos internos de elección y a transparentar sus finanzas son desechadas y hacen todo lo posible por impedir la aprobación de una legislación que persiga tales fines. Además continúan protagonizando escándalos de corrupción, despilfarros presupuestarios y evadiendo por completo las demandas de los habitantes. De continuar por ese camino, la sociedad seguirá buscando “válvulas de escape” que podrían debilitar seriamente el sistema de partidos.

El populismo, los líderes mesiánicos y los “partidos de papel”, son la epidemia del sistema político en el Siglo XXI. También proliferan los partidos “atrápalo todo” que no obstante tratarse de institutos de gran trayectoria, no les importa renunciar a su ideario e invitar a todo tipo de candidatos con tal de incrementar su respaldo electoral. El remedio para semejantes amenazas es que las fuerzas políticas serias luchen por institucionalizarse, cumplan lo que prometen y aprovechen las nuevas tecnologías para interactuar permanentemente con sus seguidores y con potenciales simpatizantes. Ese es el gran reto para la legislatura 2015- 2018.

*Columnista de El Diario de Hoy.