¿Procedimientos paleolíticos en consultorios modernos?

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elsalvador.com

Por Por Rodolfo Chang Peña*

2015-04-17 7:00:00

Un enfermo esperó tres horas para que lo atendiera el médico en un consultorio del ISSS habiéndole ordenado varios exámenes, incluyendo un electrocardiograma. Para que le tomaran este último lo remitieron al Hospital General, aquí previa la identificación y tradicional burocracia, lo tuvieron esperando varias horas, cansado de esperar y como estaba en ayunas y era hora de almorzar optó por retirarse.

Para el resto de los análisis ordenados en agosto pasado le dieron cita en el laboratorio del centro de atención para octubre, es decir aproximadamente dos meses después. Se presentó el día y hora señalados y desde las 5:45 a.m. tuvo que hacer fila en la calle, con tan mala suerte que le tocó estar parado frente a un tragante maloliente.

Como era una fría mañana usaba una chumpa y cuando por fin le tocó su turno, al asomarse a una salita con olor a sudor, encierro y alcohol la empleada le dijo: “¡Qué no le dije que se quitara la chumpa!”. Luego de extraerle unos 10 centímetros cúbicos de sangre sin mediar palabra durante el proceso, le colocó una torunda con alcohol y con señas le dijo que doblara el antebrazo. Se puso de pie esperando órdenes cuando la empleada de nuevo lo sorprendió diciéndole: “¡Y qué está esperando!”.

Las colas de pacientes desde la madrugada frente a los centros de atención constituyen una vieja práctica, incluso en los nuevos y flamantes nosocomios, que no ha cambiado en los últimos cincuenta años. Se forman aproximadamente desde las 4:30 a 5:30 a.m. Lo inhumano y desconsiderado es obligar al público a permanecer de pie durante varias horas y según he podido observar hay personas de la tercera edad que apenas se sostienen en esa posición, otros aquejados de dolor por la enfermedad no tienen otra opción que aguantar, también hay señoras embarazada y por cierto todos están en ayunas.

La gente espera a la intemperie, expuestos al sol, viento, polvo, humo de los vehículos, frío y a veces según el centro de atención a la par de tragantes, vendedores, taxistas, mirones y brochas. La siguiente es una interrogante que cae por su peso: ¿Quién diseñó ese procedimiento tan ausente de humanismo, consideración y respeto por los enfermos?

En cuanto a “pelotear” enfermos de un lugar a otro con las molestias del caso, gasto en transporte y problemas cuando se acompañan de menores de edad es una costumbre de nuestras instituciones. Para el caso particular del paciente citado al principio ¿por qué no equipan los consultorios periféricos con un electrocardiógrafo para darle continuidad a la atención en el mismo establecimiento? No creo que sea un problema de dinero porque con los viáticos que le dan a un diputado en un solo viaje es suficiente para comprar dos o tres aparatos.

Finalmente llama la atención la actitud y el estilo draconiano, intimidante y hasta amenazante del personal para con los enfermos: “¡Suba allí!”, “¡Bájese!”, “Le dije que espere, no que se levante”, “¡Bájese y espere en esa silla!, “Si no hace cola no lo vamos a atender”, “Agradezca que el médico lo va a recibir”, “El que no conteste perderá su turno”, “Lo van a atender de último porque no encuentran las contestaciones” y “Si no viene en ayunas para qué vino”.

*Colaborador de El Diario de Hoy.