Encuestas… ¿instrumento electoral?

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Representantes del Comité Olímpico Internacional y de la firma Toyota tras el acuerdo.

/ Foto Por edhdep / toyota-global.com

Por Por Max Mojica*

2015-03-19 5:00:00

La candidatura de Edwin Zamora para la alcaldía de San Salvador fue percibida por la ciudadanía con capacidad de emitir voto como “cuesta arriba”, pero se debe analizar si esa percepción era real o si fue creada en la mente del electorado por el continúo e incesante bombardeo mediático de encuestas realizadas por respetables casas encuestadoras y universidades, las cuales, unánimemente, pronosticaban un inevitable y abrumador triunfo por parte del candidato Nayib Bukele.

He percibido la preocupación del salvadoreño promedio que percibe importantes contradicciones con el resultado de las elecciones respecto a las predicciones de las encuestas elaboradas y ampliamente publicitadas en relación a la intención de voto por la Alcaldía de San Salvador, las cuales brindaban lecturas que iban desde una intención de voto que daban una ventaja de 41 puntos porcentuales al candidato del FMLN (Universidad Francisco Gavidia), a las que le daban una ventaja en términos absolutos de 10 puntos porcentuales (CID GALLUP / UTEC / LPG); preocupación que radica en que tales resultados que claramente contrastan con la realidad, provienen de la aplicación de una metodología científica inapropiada o simplemente de una oscura intención de ejercer una influencia tendenciosa en los votantes.

Un Nayib Bukele que ganó la Alcaldía Municipal de San Salvador por el escaso margen de menos de 2,000 votos, amerita que –no obstante haber ganado las elecciones– se analicen las predicciones que le otorgaban un gane arrasador, hiciera lo que hiciera el principal candidato y partido que se perfilaba como una opción al candidato de izquierda.

Es muy conocido que las encuestas cumplen un rol como proveedoras de insumos de información para el mercado y de asuntos públicos para la sociedad. Entre estos roles se encuentra el de ayudar a formar opinión pública, y en contextos electorales, pueden proveer a ciudadanos y posibles votantes, de información relevante para tomar decisiones. Ahora bien, ¿qué pasa cuando los “dados” de las encuestas están “cargados”? El lector de la información –para el caso de las elecciones, el votante– se crea una falsa imagen sobre la realidad que puede influenciar el uso racional de su derecho al voto.

Así, si un empresario encarga una encuesta para conocer sobre las preferencias del público sobre su producto y la empresa encuestadora le brinda al empresario información inexacta, tendenciosa, irreal o falsa, o incluso la que el empresario “quiere oír”, el destinatario de la información no podrá tomar decisiones racionales sobre ella, y si las toma, las tomará equivocadas por haberse forjado una incorrecta imagen de la realidad. En este caso, la encuesta no ha sido reflejo de la realidad, sino que ella misma la ha creado en la mente del individuo, lo cual le llevó a tomar decisiones en relación a esa realidad inexistente. Así vemos que la encuesta ha creado una “realidad” que no existe pero que posteriormente sí llega a existir por haber influenciado sesgadamente en la voluntad del tomador de decisiones.

En otras palabras, se debe tener en cuenta que cuando una población percibe que “la causa está perdida”, puede en alguna medida optar por el derrotismo antes de las elecciones, lo cual puede incidir en su intención de voto, ya sea para que opte por el que “de todos modos va a ganar”, o por simplemente dejar de ir a votar debido a la percepción que “de todos modos ya perdió”; de ahí que se debe considerar como importante la incidencia de las encuestas en la generación de opinión de la población, así como la ética profesional con las que éstas deben de ser elaboradas, ello debido a que es innegable que las encuestas proporcionan resultados que generan por sí mismos datos cuantitativos útiles para la sociedad, pero también causan profundos efectos en el ambiente político y social de la misma.

Ante el resultado tan abrumadoramente contrastante entre los resultados reales de las elecciones y las proyecciones hechas y puestas a disposición del público por las casas encuestadoras, resulta sumamente importante que entidades como la Superintendencia de Competencia, audite si estas fueron o no elaboradas en base a códigos de ética o guías para publicar encuestas que comúnmente utilizan los encuestadores profesionales agrupados a nivel global en ESOMAR/WAPOR, las cuales exigen que se observen estándares mínimos en su elaboración.

Los resultados de las encuestas pueden ayudar a formar personas mejor informadas en el desempeño de las autoridades, de la imagen de partidos, candidatos, de la agenda pública en general, y en consecuencia, pueden contribuir a la generación de ciudadanos más críticos, lo cual constituye una de las premisas básicas de la democracia, ya que personas mejor informadas pueden tomar mejores decisiones y en consecuencia, ser mejores ciudadanos.

Dentro de este maremágnum de encuestas, vale la pena resaltar que la encuesta que brindó una predicción más cercana y certera fue la elaborada por EL DIARIO DE HOY, la cual le brindaba al candidato Bukele una ventaja de entre 2.5 y 4 puntos porcentuales, encuesta que dicho sea de paso, no obstante ser la más certera, fue ridiculizada por sectores de izquierda, probando posteriormente ser cierta en cuanto a su predicción estadística.

Lamentablemente, en El Salvador se ha evidenciado una erosión de la credibilidad en la democracia por haber perdido credibilidad uno de sus actores principales: los políticos; espero que este no sea el caso de las casas encuestadoras, sería un error monumental que la sociedad perciba que las empresas encuestadoras no son otra cosa más que lacayos del poder político o económico en turno. Espero que los empresarios y universidades entiendan que “amañar” encuestas, no es otra cosa más que un golpe bajo a la democracia.

*Colaborador de El Diario de Hoy.