Maquiavelo y la muerte del niño en Venezuela

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Flores salió como volante centro en el juego amistoso de la noche de miércoles

/ Foto Por NY Cosmos

Por Por Manuel Hinds*

2015-02-26 5:00:00

Hace un par de días publiqué un articulo explicando por qué los regímenes totalitarios como los del Socialismo del Siglo XXI aprovechan los problemas económicos que ellos mismos causan para aumentar su control sobre la ciudadanía. Igual que en la difunta Unión Soviética, en la antigua China Comunista y en Cuba, entre tantos otros ejemplos, la élite de la tiranía achaca la culpa por sus desastrosas políticas económicas—que están orientadas a debilitar al sector privado y con él a la economía entera—a grandes conspiraciones orquestadas por capitalistas extranjeros y locales.

Esto les sirve de pretexto para capturar, matar e intimidar a sus enemigos. Con esto, el gobierno traslada su fuente de poder del apoyo que recibió en las urnas al terror. Con el terror bien instalado, el gobierno ya no le interesa ni necesita el apoyo de la gente. La gente puede odiarlos pero el terror la mantiene quieta. En los primeros años de los regímenes marxistas y nazis, como el del Socialismo del Siglo XXI, el objetivo primario es dar ese salto para que su poder ya no esté amenazado. En esto, como en otras cosas, estos partidos siguen el consejo de Nicolás Maquiavelo:

“…el populacho es por naturaleza voluble; es fácil persuadirlo de algo pero difícil de mantenerlo en esa persuasión. Por lo tanto, uno deber muy urgentemente arreglas las cosas de tal manera que cuando ellos ya no creen voluntariamente uno pueda hacerlos creer por la fuerza”.

En el artículo puse como ejemplo la arbitraria captura del alcalde de Caracas, que el gobierno no hubiera podido realizar en un ambiente de normalidad. Con esa captura, se deshicieron de otro de los líderes claves de la oposición.

No puse la resolución 008610 emitida el 27 de enero de este año por el Ministerio del Poder Popular para la Defensa, que autorizó el uso de armas de fuego contra manifestaciones públicas contra el gobierno. El pretexto para emitir esta salvaje resolución es que hay una gran conspiración contra el gobierno venezolano; la verdadera razón detrás de ella es sembrar el terror para que nadie se atreva a oponerse a los socialistas del Siglo XXI.

Este propósito ya se concretó en dos actos de terrorismo oficial. El primero fue el asesinato de Kluiverth Roa, de 14 años, de un tiro en la cabeza, en una manifestación estudiantil. El segundo fue la actuación del presidente Maduro ante la televisión nacional, en la que echa la culpa del asesinato a los estudiantes que, según él, generaban violencia azuzados por la CIA y “el imperio”. En sus palabras: “Son muchachos que se han dejado inyectar el odio contra nosotros. Primero hacia el Comandante Chávez, ahora hacia mí y hacia nosotros los revolucionarios. Con el odio no van a lograr nunca nada. Lo único que lograrán es destruir su propia alma”. Después de terminar de hablar de la muerte del muchacho, Maduro contó chistes y se rió a carcajadas.

El mensaje triple del terrorismo estaba ya enviado. Primero, la muerte del adolescente; segundo, que los que protesten correrán la misma suerte que él; y, tercero, que eso no le quitará ni siquiera la risa al gobierno.

La catástrofe económica de Venezuela está sirviendo para eso, para terminar de configurar el régimen de terror como el que existe en Cuba. Nosotros no estamos tan lejos de eso. Las elecciones de diputados y alcaldes de pasado mañana son claves para evitar que caigamos en ese infierno. La gente en Venezuela no creyó nunca que los socialistas del Siglo XXI serían capaces de destruir la democracia en ese país…hasta que éstos habían tomado todas las instituciones e instalado el terror de forma que el costo de oponerse a ellos se incrementó hasta incluir la muerte y la pérdida de la libertad.

Si la ciudadanía permite que el FMLN vuelva a tomar el poder de la Asamblea y las alcaldías, entonces entenderemos aquí cómo fue que la tiranía se tomó a Venezuela. Lo habrán hecho aquí también. Pasarán de la etapa de hacer creer a la gente en sus promesas populistas a forzarla a obedecer a la fuerza. Y no habrá retorno de ese punto.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.