Bienvenidos a Syldavia

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Fachada del Hospital General del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Foto EDH / archivo

Por Por Max Mojica**Colaborador de El Diario de Hoy.

2015-02-07 5:00:00

El Reino de Syldavia es un país de ensueño. De acuerdo con su creador, es una pequeña monarquía pacífica en los Balcanes, donde los campesinos devotos saludan a su rey cuando pasa entre ellos manejando su auto, un Packard Cupé Ópera, de 1938. En la bucólica Syldavia, donde aparentemente el tiempo se desliza sin conflicto alguno, la población se da el lujo de producir trigo de exportación, así como agua mineral y violines. Su capital es Klow donde reina su sólida moneda, el “Khor” y se mantiene su única línea aérea que gira bajo el simpático nombre de “Syldair”.

Es precisamente en Syldavia donde Tintín, en compañía de su agresivo, rudo y alcohólico mejor amigo, Capitán Haddock, logran rescatar al despistado genio e inventor Dr. Tornasol, de las garras del terrible organismo de inteligencia de la vecina y siempre enemiga República de Borduria.

Cuando se publicó la historia, “El Cetro de Ottokar”, en 1939, fue la primera vez que se menciona a esa pacífica nación, precisamente como un contrapunto ideológico cuando la Alemania nazi acababa de iniciar su desquiciada carrera por la conquista del mundo. En aquella y ahora lejana época, George Remi, autor de los libros conocido como Hergé, narró en esa historieta, cómo las fuerzas del bien desmantelan el plan fascista de la República de Borduria de anexarse a la pacifica Syldavia.

El relato se teje entre apasionantes instantáneas de espionaje clásico: relojes de bolsillo con cámaras incorporadas, gases somníferos disparados por flashes de magnesio en cámaras de fuelle, micrófonos instalados en los apartamentos y conectados por cables hasta habitaciones contiguas en las que se encuentran escondidos bigotudos que escuchan; refugios de último minuto en embajadas, disfraces extravagantes en noches de ópera y claro, coches europeos de lujo, todo perfectamente dibujado.

La pacífica Syldavia es mencionada en seis de los 24 libros de Tintín y a pesar de ser una minúscula porción de tierra, se las arregla para desarrollar en ella estaciones aeroespaciales desde donde zarpa el cohete que lleva a Tintín a la Luna, casi 20 años antes de lo que lo lograran los norteamericanos en la realidad.

Muchos heredamos los libros de Tintín de nuestros padres, que hicieron su deleite cuando eran niños, allá por los años 40 y 50. Décadas después nosotros mismos se los hemos pasado a generaciones posteriores, quienes ahora vuelven a apreciarlos. Y es que las aventuras de ese joven reportero, están ligadas a importantes sucesos del Siglo XX pero también tienen algo de atemporal, algo que se resiste a pasar: nuestro deseo de que Syldavia exista, que exista un pedazo de tierra en donde, no obstante lo que ocurra alrededor, podamos respirar en paz y los niños puedan jugar en la calle sin peligro, un lugar donde la gente migre por placer y no por estar amenazados, no por una irreal República vecina, sino por un engendro más terrorífico y tangible como las maras. Un lugar donde haya trabajo para quien lo busque y que la prosperidad esté al alcance, no de unos privilegiados de cuello blanco, sino por todo aquel que se esfuerce en alcanzarla.

Quizá sea por ese deseo tan firmemente anclado en nuestras psiquis, que un candidato político nos quiere vender la idea de que es el benévolo gobernante de la equivalente a la Syldavia salvadoreña: ese minúsculo pueblo de Nuevo Cuscatlán, municipio del departamento de La Libertad, con una ínfima población estimada en siete mil 895 habitantes para 2012.

El pueblito solo cuenta con una superficie de 15.61 km. cuadrados con un área rural de 15.37 km. cuadrados y el área urbana de 0.24 km. cuadrados , por lo que debido a su tamaño es uno de los municipios más pequeños del departamento de La Libertad, pero a los ojos del candidato toma el carácter de una pequeña monarquía, perfectamente pacífica y desarrollada, en la cual, de acuerdo con su particular visión de las cosas, no hay sangre, dolor ni llanto y sus felices habitantes se deleitan en ríos que manan leche y miel; habitantes a quienes él rige con benévola intención, no desde el “Palacio Municipal”, de esa humilde comunidad, sino desde su lujosa residencia-oficina, en una de las zonas más exclusivas de esos 0.24 Km² urbanizados.

Resulta innegable para toda la sociedad salvadoreña que el candidato de izquierda a la alcaldía capitalina es un joven empresario, muy prometedor políticamente, por lo que debe de evitar a toda costa caer en los vicios políticos del pasado, en los que un candidato se limitaba a prometer imposibles para luego no cumplir. Administrar Nuevo Cuscatlán, no es ni será ni la sombra de lo complejo que será la administración de San Salvador, ciudad vibrante y compleja, más con un Sitramss que la cercena, por ello esperamos oír de su parte, no deliciosas promesas que no puedan ser cumplidas, ni cuentos de “buenos y malos” utilizando como referencia a un municipio que parece sacado de un libro de fantasía, lo que necesitamos son soluciones reales y firmes, propuestas que los salvadoreños podamos medir, evaluar y eventualmente auditar.

Ha llegado el momento en que los salvadoreños ya no creemos en cuentos, queremos propuestas serias, factibles y reales, para gozarnos en fantasías nos basta y sobra con los simpáticos libros de Tintín.