Lo que nos pasó a las mujeres

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Jugadores del Marte, tras perder un partido pasado.

/ Foto Por Marlon Hernández

Por Por Cristina López G.*

2015-01-31 6:00:00

La libertad de expresión y la apertura de este periódico nos regaló el pasado sábado la interesante opinión de alguien que considera que algo nos ha pasado a las mujeres, y que no estamos cumpliendo con el estándar de feminidad deseable. En la misma columna, “¿Mujeres, qué nos pasó?” la autora entrecomilla independientes, cuando hace referencia a que esta supuesta independencia adquirida es la causa de que las mujeres no se dejen tratar “como damas”.

Ve con malos ojos la autora la actitud de pagarse las propias cuentas por el hecho de hacerlo y considera lo anterior, en lugar de ser fuente de autorrealización y orgullo profesional, como una “competencia con los hombres”. Cita la igualdad de género como algo que está llevando a las mujeres a “comportarse de manera irracional” y como la razón de que algunas mujeres se pasen de copas.

Culpa también a la igualdad de género de que algunos hombres no traten ya a las mujeres con respeto. El argumento tiene varios problemas. Uno histórico: con la creciente incorporación de la mujer en el mercado laboral, la división de la labor doméstica con sus parejas comenzó a ser no solo necesaria, sino obvia. ¿Por qué la misma obviedad no viene con la repartición de las cuentas? El requisito social de exigir “caballerosidad” a los hombres en el ámbito del pago de las cuentas no sólo es injusto, sino que viene a perpetuar expectativas de género que no se basan ya en practicidad alguna y que, además, convierten lo que podría ser un detalle, nacido del cariño, en una obligación social insostenible.

No, culpar a la igualdad de género de comportamientos sociales nocivos o de que a la mujer se le falte al respeto es ignorar una premisa fundamental en estos temas, que tanto tienen que ver con la libertad: la responsabilidad. Quien irrespeta a la mujer (que puede ser hombre o mujer) es responsable de su acto o conducta de irrespeto no es la víctima del irrespeto, de ninguna manera, responsable de que alguien no sepa comportarse de manera civilizada. Esta misma responsabilidad aplica para las mujeres que deciden libremente ejercer conductas que la autora desaprueba: la misma libertad que la autora tiene en no ser partícipe de actos así, beneficia a quienes escogen pasarse de copas o tener aventuras, y con esta libertad deben tener la responsabilidad de no hacerle daño a terceros con sus actos.

Ve también la autora la pérdida de la feminidad como algo nocivo, de lo que también es responsable la igualdad de género. Esto a pesar de que la feminidad no es un estándar objetivo y que ha ido cambiando históricamente con el paso del tiempo. Por eso, intentar que todas las mujeres, con sus peculiaridades individuales, características particulares y diferencias de entornos sociales, educativos y económicos, se apeguen a un estándar subjetivo único tan difícil de definir como “la feminidad”, solo con el fin de lograr aprobación social, es realmente injusto.

Pierde de vista la autora que el punto de la igualdad de género y de las luchas que esta aún implica es la capacidad de agencia, que significa, en palabras simples, la libertad de tomar decisiones como mejor convenga y responsabilizarse por ellas sin que expectativas de género o roles sociales injustos sean un determinante. Y esta agencia implica que habrá quienes prefieran pagarse sus cuentas y quienes prefieran buscar parejas que estén dispuestos a pagárselas, sin que una u otra cosa determine quién es más o menos mujer.

* Lic. en Derecho con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg