Cosas que se pueden aprender al jugar Monopoly

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elsalvador.com

Por Por Cristina López G.*

2015-02-07 6:00:00

Las reglas del Monopoly son como los modales: cada casa tiene las suyas. ¿Qué historias hay detrás de la ubicuidad del Monopoly, uno de los juegos de mesa más populares del mundo? Es precisamente esto lo que intentó hacer Mary Pilon, con su libro “The Monopolists”, en el que cuenta la historia de los orígenes del juego y sobre cómo, durante su ascensión a las mesas de los hogares de todo el mundo, se vivieron momentos muy parecidos a los que vive un jugador durante una intensa ronda de Monopoly: la quiebra, el engaño, la venganza, ese desagradable gozo por la miseria ajena, las alianzas, entre otras.

Supuestamente, la historia oficial era que el juego encontró sus orígenes en los Estados Unidos de 1935 con Charles Darrow, un hombre que, para sobrevivir emocionalmente la Gran Depresión, dijo haber creado el juego a mano para entretenerse. Logró convencer a Parker Brothers de que lo compraran y produjeran en masa y fue así como se creó una leyenda, que alimentada por el marketing, reflejaba la ambición y premisa del juego: que empezando con poco pueden crearse fortunas. Darrow se volvió sumamente rico. Sin embargo, como casi todas las cosas exitosas, la historia sobre quien inventó Monopoly aparentemente no es tan directa como Darrow y sus descendientes quisieran que todos creamos. Resulta que según Pilon, Darrow se robó la idea de Monopoly de su creadora original, una mujer llamada Lizzie Magie, un personaje fascinante del Washington DC de 1904, que se ganaba la vida como estenógrafa, escribía poesía, participaba en teatro local, enseñando clases sobre teorías antimonopolio. No hace falta decir que era brillante: vio en la nueva tecnología popular de los juegos de mesa un método para comunicar ideas políticas , en su caso, de las que más le molestaban y que ahora, con más conocimientos, llamaríamos corporativismo o mercantilismo y que ella llamaba el “capitalismo monopólico”.

En la economía de su época, la riqueza se basaba en la adquisición de tierras y no necesariamente en la creación de valor: la adquisición de tierras es finita y, por lo tanto, no se puede ser más rico sin que alguien más sea más pobre la manera de enriquecerse no era crear valor sino acumular y esto venía con los incentivos perversos de acumular muchas veces a costa de otros, haciendo trampa de manera perversa. Lizzie pensó que enseñar la injusticia inherente de un sistema de este tipo a través de un juego serviría para educar a las nuevas generaciones. Creó un juego que se llamaba “El Juego del Propietario”, que era una rudimentaria versión del actual Monopoly: incluía trenes, una cárcel y algo muy parecido al pasar por “Go” y cobrar $200 que ella, idealísticamente, llamaba “Madre Tierra” , que pagaba “sueldo” cada vez que alguien pasaba por ahí.

Por suerte, hace mucho dejamos atrás las épocas en las que acumular solo era posible a costa de otros. El que alguien se haga más rico no vuelve a alguien más pobre, pues ahora la innovación, las economías de escala y teórica igualdad de oportunidades han abierto la puerta para que a grande o pequeña escala, exista la movilidad social. Esta se ve impedida muchas veces, por reglas injustas del juego que favorecen a unos pocos, la inseguridad o la falta de educación. A pesar de esta evolución, aún se oyen posturas políticas basadas en la época de Lizzie Magie, prometiendo mágicas pasadas por “Go” a cambio de votos, ignorando que las verdaderas necesidades del país no se resolverán con los $200 disponibles al darle la vuelta al tablero.

*Lic. en Derecho con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg