Cuaresma: Un tiempo para la renovación espiritual

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Por Oscar Rodríguez Blanco, s, d, b.*

2015-02-16 5:00:00

Mañana miércoles iniciaremos la cuaresma. Es el tiempo propicio para orientar nuestra vida hacia la pascua que es vida. El “hombre viejo” tiene que dar paso al “hombre nuevo”. El Papa Francisco en su mensaje nos ha dicho: “La cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un tiempo de gracia” (2 Co 6,2). El miércoles se recibió la ceniza recordándonos que el hombre está hecho del polvo de la tierra. Se nos ha recordado que somos caducos y pecadores y que ha llegado el tiempo de gracia y de misericordia. Es necesario que el corazón resentido por el pecado sea rasgado y sanado para vivir reconciliados con Dios y los hermanos.

Cuaresma nos invita a hacer un “alto” en la vida. Se nos llama a la reflexión, la conversión, al acercamiento a Dios y al prójimo. La palabra de Dios, el ayuno solidario, el perdón, la reconciliación fraterna, el descarte del odio y la envidia, y otras prácticas cuaresmales, ocupan un puesto importante en este caminar. Quizá muchos están preocupados por las cosas que pasan en la vida: Alejamiento de Dios, violencia, drogas, sequedad espiritual, irrespeto a la vida y la dignidad de las personas.

Si en Egipto hubo plagas de langostas que arrasaron con las cosechas de los campos, hoy día las plagas modernas son peores, han arrasado con los valores humanos y cristianos. Nos queda el consuelo que Dios es rico en bondad y misericordia y está siempre dispuesto a perdonar y hacer nuevas todas las cosas.

Sigue resonando en nuestras vidas el “eco” de lo que escuchamos el miércoles pasado: “acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás….conviértete y cree en el Evangelio”. Es necesario dar un viraje a nuestra vida para ponernos en camino hacia la liberación total de nuestras culpas. La austera ceremonia de la ceniza nos ha hecho pensar en la realidad de la eternidad, en Dios principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia.

Conversión es volver a Dios valorando lo terreno a la luz de la Verdad que es Dios. No somos eternos, estamos de paso en la tierra y algún día volveremos a ella. Si en cada uno de nosotros existe voluntad de cambio, Cristo en la pascua nos dará su gracia, vida nueva y energía. Vivir como cristianos es difícil.

Muchos han perdido la “conciencia de pecado” y dicen que creen en Dios pero viven como si Él no existiera. Si somos sinceros tenemos que admitir que el mal que está en la sociedad, está también dentro de nosotros mismos. Necesitamos convertirnos.

Jesús apunta en su evangelio a tres direcciones de renovación espiritual: Practicar la caridad para con el “prójimo” que es un amor desinteresado; una oración sincera a “Dios” que brota del corazón, y para “nosotros mismos”, un ayuno solidario que favorezca a los más pobres.

Todo esto significa que hay que dar limosna, rezar y ayunar. Si damos limosna, “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”; si oramos no es “para que nos vea la gente”; si ayunamos hay que seguir el consejo evangélico: “No andéis cabizbajos para que la gente sepa que ayunáis”; hay que hacerlo con humildad.

*Sacerdote salesiano.