Y, usted, ¿pudo meditar su voto?

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Aunque la población va recuperándose de las secuelas de la tragedia, los residentes aún tienen vivo el recuerdo de las pérdidas humanas y materiales. Foto EDH / Lucinda Quintanilla

Por Por María A. de López Andreu*

2015-02-27 6:30:00

Amanecí el jueves con grandes deseos de ver los programas de opinión y leer los periódicos, esperando disfrutar de los tres días de “silencio electoral” que la ley nos depara para que analicemos, libres de engañosa propaganda, quién será merecedor de nuestro voto. ¡Triste equivocación!

Porque en dos de las entrevistas televisivas de esa mañana tenían como invitados a dirigentes y candidatos de partidos políticos. Y los periódicos informaron extensamente sobre los eventos de cierre de campaña y demás actividades de los candidatos, previas a la medianoche del miércoles.

Posiblemente, no exista ilegalidad. Pero, como ciudadana indigesta por una permanente campaña política, siento que se vulnera mi derecho a tener, al menos y a ese respecto, 72 horas de tranquilidad. Decidí, entonces, “censurar” mis lecturas y programas para estudiar a quiénes daré mi voto.

Para mí, la familia tiene importancia capital; es, verdaderamente, la base de la sociedad. Daré mi voto a quienes la defienden, promueven y buscan los medios para fortalecerla. Eso incluye la defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer así nacidos y la defensa de la vida, desde su concepción hasta su final natural, a fin de otorgar a cada niño un hogar que le provea de amor y protección, donde reciba la educación y formación que harán de él un buen ciudadano.

Para ello, la familia requiere de un ambiente propicio para su buen desarrollo: que los padres puedan acceder a aquellos trabajos para los cuales están capacitados, porque hay empleo suficiente y de calidad; que esos padres puedan trabajar con tranquilidad, sabiendo que sus hijos están bien cuidados en la escuela, donde reciben una educación de excelencia y tienen maestros capaces y ejemplares. Un ambiente en el que transiten libremente, sin temor a ser víctimas del crimen.

Además, para que todas las familias puedan alcanzar su pleno potencial, es indispensable promover, establecer y defender la libertad y el Estado de Derecho, donde cada quien reciba lo que le corresponde. Que no pretendan coartar nuestra libertad para eliminar la desigualdad. ¡Una falacia! Debemos aspirar a ser una sociedad JUSTA, donde cada quien obtenga lo que le corresponda en base a sus capacidades y su esfuerzo. Una sociedad con igualdad de oportunidades, no con igualdad de personas, porque lo único que nos iguala a todos, es la muerte: mientras vivamos, TODOS seremos diferentes.

Por eso, votaré por quienes comparten mi fe y defienden a la familia: quien hace lo mejor para ella, también lo hace por nuestro país. Ya conocemos quiénes han defendido estos principios, negando sus votos a causas populistas y dañinas. Y a los candidatos “primerizos”, hemos podido “calibrarlos” por su desempeño en su vida privada y profesional.

No votaré por quienes hacen ofertas reñidas con nuestra Constitución o con los tratados internacionales que El Salvador ha firmado. Esas ofertas (pena de muerte, ofrecimientos de Sánchez Cerén a sindicalistas, hacer del CAM un cuerpo represivo, etc.) tienen como único fin lograr que, mañana, sus respectivos partidos obtengan votos. Pero el lunes, negando su burdo engaño, se excusarán diciendo que la Constitución les impide cumplir sus ofrecimientos. ¡Qué sinvergüenzada!.

Alertas entonces, salvadoreños. Nuestro voto definirá el rumbo de nuestro país, es decir, el destino de nuestros hijos. ¡No los entreguemos al lobo que va a devorarlos! Y que el Divino Salvador esté con nosotros.

*Columnista de El Diario de Hoy.