“Quiten a un árbol sus raíces…”

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El acceso a la información de carácter público es parte de las prácticas de transparencia que se debatirán. foto edh / archivo.

Por Por Teresa Guevara de López*

2014-12-06 6:03:00

“Quiten a un árbol sus raíces, y será juguete de todos los vientos”. Célebre frase de Gustave Thibon, que aplica a una estrategia propia de los regímenes totalitarios, para someter a los pueblos. Inicia modificando sistemas educativos, reformando programas para suprimir historia, literatura y moral, destruyendo así las tradiciones y costumbres que constituyen el acervo cultural de un país y le identifican como pueblo. Ante este vacío, resulta muy fácil indoctrinar con las nuevas ideologías.

Ya estamos inmersos en este proceso. Pasamos por varias reformas educativas, desaparecieron historia, filosofía, moral y cívica de los programas oficiales, y cada día nuestros valores y tradiciones están siendo anulados, sustituyéndolos por costumbres y visiones diferentes. En vísperas de Navidad, la fiesta cristiana más importante del calendario que conmemora el nacimiento del Hijo de Dios, pueblos y ciudades se engalanaban con un portal de Belén, donde José y María contemplaban al Niño Jesús, adorado por reyes y pastores, y se organizaban posadas y pastorelas.

Estas imágenes están ya en vías de extinción, sustituidas por figuras totalmente ajenas a nosotros. Santa Claus, personaje simpático, pero imaginario, se ha apropiado de la celebración, rodeado de renos, trineos, hombres de nieve, pingüinos, y toda una corte de seres propios de los gélidos países nórdicos. En muchas de nuestras plazas, redondeles, almacenes y centros comerciales ya desaparecieron los nacimientos, y se ha cambiado el cariñoso saludo de “Feliz Navidad” por un indiferente “Felices fiestas”. En años anteriores, abundaban en los postes de la ciudad, vallas publicitarias y banderolas con la imagen del Niño Jesús, o un artístico Nacimiento, recordándonos que: “No hay Navidad, sin Jesús”. Pareciera que estamos vendiendo nuestra valiosa primogenitura, por un pinche plato de lentejas.

Hoy tenemos una celebración sin contenido, que desborda el consumismo, y una publicidad que raya en lo absurdo cuando recomienda “hacer un favor a alguien” presentando muñeco de nieve, que regala una soda a un pajarito. ¿Y con esto pretendemos sustituir el divino mensaje de “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”? ¿Podrá la palabra JOY, cuyo significado sólo comprenden los que hablan inglés, causar el mismo efecto que el vocablo PAZ?

Recientemente se celebró en CIFCO, el “Holi Festival of Colours”, una manifestación cultural que nació en la India, viajó a Alemania y aterrizó en América Latina. Los periódicos explicaron que esta celebración se basa en una leyenda, cuando el dios Krisna, se enamoró de Radha, una diosa inferior, cuya piel clara tuvo que pintarse de colores para desvanecer las diferencias sociales propias de esa cultura. Así, en dicho festival, los indios pueden sentirse iguales por un día, olvidando posición social, castas, sexo edad o religión, fomentando la fraternidad, la igualdad y la armonía, en una fiesta espiritual en que triunfa el bien sobre el mal.

“¿Por qué buscar la dicha en tierras extranjeras…?”, nos recomendó Alfredo Espino. Nuestros pueblos, no tienen necesidad de buscar en civilizaciones tan opuestas a la nuestra, ese mensaje de fraternidad, armonía e igualdad, pues nuestra civilización cristiana nos ha enseñado que todos los hombres somos iguales, porque somos hijos de Dios, y estamos llamados a amarnos los unos a los otros. Las futuras generaciones tienen derecho a recibir intacta, esa herencia cristiana representada en nuestros valores y tradiciones. Y si la Navidad es la conmemoración del nacimiento del Niño Dios, Él es quien, por derecho propio, debe ser el centro de la celebración. Todo lo demás es falso y postizo, totalmente ajeno a esta tierra que lleva el nombre del Redentor.

* Columnista de El Diario de Hoy.