Extraña solidaridad

descripción de la imagen

Conferencia internacional de Vamos Jogar realizada este martes en Brasil. Foto EDH

Por Por Federico Hernández Aguilar*

2014-12-02 5:00:00

Nuestro gobierno sigue pretendiendo la incorporación del país a una iniciativa internacional “solidaria” (Petrocaribe) que cada vez tiene menos posibilidades, paradójicamente, de practicar la solidaridad. Todavía hace unos seis años, allá por 2008, cuando el petróleo crudo alcanzaba los $140 por barril, era posible proyectar la imagen de una revolución chavista capaz de cobijar a los miserables y explotados pueblos latinoamericanos bajo la sombra de la “fraternidad bolivariana”. Hoy, con el precio del barril en caída libre, Venezuela ha pujado, sin éxito, por volver a subirlo: su economía se descalabra y sólo el petróleo caro puede salvarla. ¿Y si esto afecta a la miserable y explotada región a la que un día se quiso abrigar? Pues… ni modo. La solidaridad tiene sus límites.

Por supuesto, tarde o temprano iba a suceder lo que hoy sucede. Las advertencias estuvieron a disposición del comandante Chávez desde antes que el mercado internacional le “regalara” su bonanza petrolera. Pero él, en sus delirios de grandeza, prefirió imaginar que los precios altos del crudo iban a durar el tiempo suficiente para subvencionar el desmesurado plan fraterno de la “Patria Grande”. La enfermedad le sobrevino justo cuando empezaban a notarse los efectos de sus errores de cálculo, y el destino, magnánimo, le ahorró presenciar el desastre.

Hoy lleva el timón Nicolás Maduro y la cubierta de la nave está anegada. La revolución bolivariana se hunde bajo el peso de una economía destrozada y un concepto de “solidaridad” insostenible. Así, mientras Latinoamérica y el resto del mundo gozan aliviados por el abaratamiento de la gasolina, el “fraterno compañero” de Caracas exige a las naciones petroleras aglutinadas en la OPEP reducir sensiblemente la producción de crudo para volver a encaramar los precios. ¿Tan rápido se apolillaron los discursos redentores en los que Chávez llamaba “poderoso mecanismo moral” a la iniciativa del ALBA?

A un gobierno como el de Venezuela, acostumbrado a intervenir en su mercado interno, no le cuesta nada rogar a la OPEP que eleve artificialmente el precio del crudo en el mercado internacional. ¿Y por qué no? Si el “oro negro” anda por las nubes, la indecorosa dependencia de los países adheridos a Petrocaribe, respecto del régimen venezolano, se apuntala; si, por el contrario, el barril tiende a depreciarse, la influencia del chavismo sobre los “beneficiarios” regionales disminuye en paralelo. Dicho de otro modo, la “exportación” ideológica se tambalea con un precio abandonado al libre mercado; en cambio, con uno manipulado, la revolución conserva su hegemonía.

También llama la atención que Maduro ofrezca largas peroratas en televisión acusando a los “especuladores” privados de la creciente inflación venezolana, pero sin ninguna vergüenza presione a sus colegas petroleros de Arabia o Rusia para que especulen con el precio internacional del crudo. ¿Y dónde están, me pregunto yo, esos aguerridos globalifóbicos criollos que aún no elevan una enérgica protesta frente a la embajada de Venezuela en San Salvador?

Por fortuna, los discípulos salvadoreños de Hugo Chávez no llegaron al poder en el momento en que la chequera bolivariana estuvo más abultada. Lo que sí alcanzaron a crear fue un mecanismo de dudosa legalidad, Albapetróleos, a través del cual establecieron un sistema “empresarial” que dotó al FMLN de recursos frescos para las campañas de 2012 y 2014, sin que a la fecha se haya rendido cuentas de las ganancias derivadas de este peculiar modelo “solidario” –que, entre otras cosas, viola flagrantemente la Ley de Partidos Políticos–. No obstante, los anuncios oficiales sobre la incorporación de El Salvador a Petrocaribe hacen surgir nuevas y muy puntuales interrogantes sobre las formas en que la “ayuda” venezolana empezará a canalizarse a partir de este acuerdo entre estados.

¿A qué tipo de condicionamientos estaremos abriendo la puerta? Nadie, fuera del gobierno, lo sabe. Por lo mismo, la discusión del tema debe ser técnica, amplia, transparente y respetuosa de nuestros procedimientos constitucionales. Ya tuvimos suficiente de esa extraña “solidaridad” envuelta en sombras.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.