La Virgen María. Algunos datos

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Por Por Luis Fernández Cuervo*

2014-12-07 5:00:00

Seguir los pasos de su vida en el Evangelio y de sus apariciones en este mundo, siempre a personas muy humildes y lo que han dicho de ella algunos santos, nos confirma en su papel tan especial en la redención de la humanidad.

Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo. En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo.

“Los primeros cristianos, a los que hemos de acudir siempre como modelo, dieron un culto amoroso a la Virgen. En las pinturas de los tres primeros siglos del Cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla representada con el Niño Dios en brazos. ¡Nunca les imitaremos bastante en esta devoción a la Santísima Virgen!” (San Josemaría)

El Santo Padre, Juan Pablo II, afirmó que fue en México, a los pies de la Virgen de Guadalupe, cuando vislumbró la manera de realizar su Pontificado: “Visité –recuerda el Papa– el santuario de Guadalupe en enero de 1979, durante mi primera peregrinación apostólica”. El viaje fue decidido como respuesta a la invitación apostólica en la Asamblea de la Conferencia de los Obispos de América Latina (CELAM), en Puebla. Aquella peregrinación inspiró en cierto sentido todos los siguientes años de su pontificado.

¿Qué contiene esta devoción para que, de manera evidente, fuera tan amada por el Papa?: “La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente”. Además y de manera explícita el Santo Padre declarará: “América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, […] en Santa María de Guadalupe, […] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América”.

Para el escritor italiano Vittorio Messori María es un misterio –¿Quién es María?, se pregunta. ¿Cómo explicar el misterio de una mujer que es elegida por el Creador para dar cuerpo y sangre a Jesús?). María, para la sabiduría del mundo, no es nada. Para la perspectiva de la fe es un abismo de misterio: es persona humana como nosotros y a la vez es instrumento indispensable para el mayor acontecimiento y con diferencia: la encarnación de Dios mismo.

Pío IX publica, el 2 de febrero de 1849 la encíclica «Ubi Primum» en la que pide a todos los obispos del mundo que se definan sobre el dogma de la Inmaculada. El resultado será casi plebiscitario y, el 8 de diciembre de 1854, el Papa hace la solemne declaración de que «la beatísima Virgen María, desde el primer instante de su concepción, por especial gracia y privilegio de Dios y en vista de los méritos de Jesucristo, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original“. Lo sorprendente es que, cuatro años después, de la proclamación de este dogma, el 11 de febrero de 1858, La Virgen María se aparezca en Lourdes a la adolescente Bernardette Soubirous llamándose a sí misma la Inmaculada Concepción, confirmando así lo acertado de esa declaración.

María es la Purísima, la Bellísima, la sin mancha alguna de pecado, Es Mujer y es Madre. Pero, de su vida en la Tierra, San Juan Pablo II nos dice que María caminó en la oscuridad de la fe. Abraham no tuvo que sacrificar a su hijo; María, sí. Cuando María acepta la muerte y el fracaso de Cristo es con una fe que no ve nada, su inteligencia no ve nada, entrega su inteligencia en oscuridad absoluta.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

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