El indignante trato gubernamental a los policías

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Por Por Carlos Ponce*

2014-12-16 5:00:00

La mayoría de películas y series televisivas policíacas, contienen escenas en las que los guionistas y directores tratan de sumergir al público en la gama de intensas emociones que conlleva viajar al interior de un vehículo policial, a toda velocidad y con sirena abierta, persiguiendo a delincuentes o atendiendo una emergencia. Sin embargo, no he visto ninguna que lo logre a cabalidad. Son pocas las que parcialmente capturan la extraña mezcla de caos, orden y adrenalina que inundan el ambiente que se vive en este tipo de situaciones.

La claridad de pensamiento, elevado nivel de concentración, pericia, movimientos calculados y reflejos fríos que invaden a los tripulantes del carro de policía, se contraponen e imponen sobre el caos sensorial ocasionado por los aullidos de la sirena, los objetos animados y estáticos que aparecen de forma instantánea en el camino, y las luces intermitentes rojas, azules y blancas de las balizas que parpadean en el entorno. El espíritu de servicio y la vocación de hacer que el bien prevalezca sobre el mal, anulan cualquier temor o stress asociado con arriesgar la vida conduciendo a altas velocidades.

Después de participar en Estados Unidos y El Salvador, como tripulante de vehículos policiales durante este tipo de situaciones, puedo decir que, aunque intervienen los mismos elementos, su intensidad es diferente. Los policías de estos países se enfrentan a realidades y condiciones disparejas, y, por lo tanto, sus experiencias son similares, pero con acentuaciones desiguales.

Mis primeras experiencias viajando a toda velocidad en carros policiales fueron en los icónicos Ford Crown Victoria, el modelo fabricado específicamente para servir como patrulla de policía estadounidense. Ya en el año 2000 las laptops eran parte del equipo estándar de estos vehículos, además de otros dispositivos igual de novedosos para la época. El aspecto del Crown Victoria, ancho y largo, es engañoso, ya que no aparenta tener la potencia que esconde debajo del capó. Al encender las luces y sirenas, estos carros alcanzaban velocidades increíbles en cuestión de segundos, volaban por las calles subiendo y bajando de aceras e isletas, sin mayor problema, para sobrepasar aglomeraciones de vehículos haciendo el alto en semáforos, y se adaptaban fielmente a las repentinas maniobras y curvas cerradas a las que los sometían sus conductores. Los demás motoristas, respetuosos de la autoridad, buscaban cómo abrir paso para el patrulla, haciéndose a un lado o parando en las intersecciones.

La intensidad de lo que experimentan los policías estadounidenses es fácilmente superada por lo que viven sus contrapartes de El Salvador. Los agentes salvadoreños tienen que atender emergencias y perseguir delincuentes en patrullas desvencijados, en calles estrechas y repletas de baches, haciendo malabares para esquivar el agresivo tráfico del país y a sus imprudentes conductores que rehúsan a abrir paso. El traqueteo de latas, el movimiento de piezas flojas al interior del vehículo y las limitadas capacidades mecánicas de los patrullas salvadoreños, acentúan aún más el caos sensorial que tienen que vencer los policías de El Salvador, empleando un nivel superior de destreza, templanza y determinación para hacer el mismo trabajo que hacen sus similares en otros países, para adaptarse a condiciones más difíciles.

Tristemente, el trabajo y sacrificio del policía salvadoreño no es reconocido ni premiado. Trabajan, desde hace años, en condiciones deplorables y son mal remunerados. En los últimos años han sido abandonados a merced de las pandillas en los barrios en los que viven. Las autoridades del más alto nivel, a través de “la tregua”, les transmitieron el mensaje que es justificable negociar con criminales y que éstos tienen más poder e influencia. Esto forma parte de la batería de variables que ha propiciado el involucramiento de policías en actividades ilícitas. Los policías son los servidores públicos salvadoreños más olvidados y peor tratados por el Gobierno en los últimos años. Es imperativo revertir este trato.

*Criminólogo.

@cponce_sv