Dolores de crecimiento

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El salvadoreño Junior Burgos deja el Silverbacks para jugar con Jaguares de Colombia. Foto EDH

Por Por Federico Hernández Aguilar*

2014-11-03 5:00:00

La democracia salvadoreña está experimentando dolores de crecimiento. Mientras sus músculos se fortalecen en la sociedad civil organizada, en los ciudadanos reflexivos, en los jóvenes que cuestionan el statu quo, en los políticos de conciencia limpia, en los intelectuales del debate honesto y sin agendas, también aparecen dolores en las articulaciones de sus estructuras partidarias, en esas bisagras complejas y necesarias en las que debería imperar el criterio democrático por encima de los intereses personales, la obcecación ideológica y la degradación moral.

Esos dolores son reales y causan problemas, pero son manifestación de crecimiento: sin ellos, la democracia estaría desprovista de señales que indicaran su avance. Algo así tenía que ocurrir algún día. Si los partidos políticos han resultado estar menos preparados que la ciudadanía para lo nuevo, nadie debería extrañarse. Tarde o temprano, cuando aprendan a convivir con los efectos permanentes de los cambios, las cúpulas entenderán que se han empecinado mucho tiempo en hablarle a una sociedad que ya no existe.

Es una pena que ARENA respaldara la moción de un grupo de alcaldes incómodos con la idea de estar a la cabeza de un concejo plural. Fue una torpe jugada –y, si lo hubo, un peor cálculo político– haber siquiera intentado poner freno a una medida destinada a ampliar la democracia en los gobiernos locales. Además de ver frenada su intención, estos ediles cargan hoy con una consecuencia adicional, porque sus alergias antidemocráticas han quedado exhibidas.

¿Podría pasar que un grupo de concejales opositores trataran de boicotear el trabajo de una comuna? ¡Por supuesto que sí! De hecho, hay que contar con esa eventualidad. ¿Es descabellado imaginar transfuguismo al interior de un concejo viendo los ejemplos escandalosos que esa práctica ha tenido en la Asamblea Legislativa? ¡Para nada es descabellado! Incluso será necesario preverlo, anticiparse a esta posibilidad con sentido de realismo.

Lo que no se vale es excusarse en la miseria de la mala política para retrasar los ejercicios democráticos que la combaten. Es absurdo tener miedo al crecimiento porque produce dolores en las articulaciones. Necesitamos líderes dispuestos a someter a examen permanente sus ideas y proyectos. Nos urgen funcionarios capaces de defender sus convicciones, aunque a veces tengan que lidiar con adversarios malintencionados. Es así como se entrenan las virtudes de los grandes estadistas; es así como se edifican, en la adversidad, los liderazgos fuertes y convincentes.

La democracia no es cómoda. Exige grados de ecuanimidad y tolerancia que muchos preferirían no verse obligados a estrenar. Pero hacia eso se dirigen las reformas políticas en boga y es improbable que se reviertan, sobre todo hoy que la ciudadanía empieza a ver sus beneficios. Un aspirante a edil que perciba amenazas en estos cambios ha equivocado su vocación. Haría mejor cediendo su lugar a alguien con más carácter… o con menos vidrio en el techo.

El FMLN, por supuesto, ha querido aprovechar el desacierto de los alcaldes y diputados de ARENA para fingir un contraste. Se autoproclama democrático en una rueda de prensa, afirmando no tener ningún temor a los concejos plurales, pero en paralelo construye una campaña de diputados que pedirá marcar sobre la bandera roja del partido. ¡Qué hipocresía! Con una mano se empuja la pluralidad en los gobiernos locales y con la otra mano se trata de hacer prevalecer el mandato de la cúpula en las listas de aspirantes a la Asamblea Legislativa.

Lleva el FMLN a un joven con discurso moderado a la candidatura por San Salvador, pero los primeros puestos de las nóminas a diputados los tiene reservados para esa fauna del jurásico que lleva años manejando el partido. Hablan de democracia, pero se les disparan todas las alarmas ideológicas ante la sola posibilidad que la gente pueda cruzar su voto entre candidatos de partidos distintos. Eso se llama demagogia. Eso se llama fariseísmo político. Nuestros partidos –todos, sin excepción– necesitan urgentes duchazos de realidad.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.