Habrá noticias sobre la violencia mientras haya violencia. No hay de otra

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La parroquia invita a toda su feligresía a participar de este evento especial. Foto EDH

Por Por Ricardo Chacón *

2014-11-29 6:00:00

Se recomendará a los medios de comunicación evitar la exposición mediática de carácter violento y denigrante de la condición humana, es uno de los acuerdos de la sesión del pasado 19 de noviembre del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, consignado de manera rimbombante en la memoria elaborada por los funcionarios del PNUD.

He querido recoger esta recomendación, por lo demás nada nueva ni creativa y de larga tradición en las discusiones éticas sobre periodismo, porque permite poner en discusión el tema de cómo deben los medios abordar el tema de la violencia en un país violento como el nuestro.

De entrada surge la pregunta: ¿Deben cubrir los medios informativos la violencia en El Salvador? La respuesta pareciera obvia, sí, aunque de inmediato se plantea otra interrogante, ¿por qué? Es más podríamos responder, ¿sí o no?

Aquí las cosas son claras y contundentes, los medios, en general, tienen el deber de informar sobre la violencia, sea esta un asesinato o una extorsión individual aunque adquiere mayor relevancia cuando esta pareciera ser que rebasa la tranquilidad del Estado y pone en peligro la seguridad de los ciudadanos, tal como ocurre en nuestro país.

La noticia sobre la violencia es eso, noticia; en países donde la seguridad prima, el asesinato o violación de un niño, escandaliza, conmociona; es un hecho fuera de serie y, en cuanto tal, es material noticioso. Sin embargo, en países como el nuestro, donde los índices de asesinatos diarios rondan los 10, 12 o más, y en un fin de semana suman hasta 27 muertes violentas, como ocurrió hace unos días, la noticia es esa, el alto número de delitos, el peligro que el Estado sea incapaz de enfrentar la criminalidad y de proteger a la población y que la sociedad sea acosada y arrinconada por los delincuentes.

No hacerlo y callar ante la ola de violencia y criminalidad es simplemente querer tapar “el sol con un dedo”, es más, puede convertir a los medios en cómplices de una realidad al ocultar un flagelo que golpea no sólo a las víctimas y a sus familias sino también a una sociedad que debería llorar amargamente la muerte de uno solo de sus miembros.

Por un instante piense lo siguiente: qué pasaría si no se hubiese informado esta semana de la masacre en Sonsonate que dejó ocho muertos y la otra en San José Villanueva, donde murieron tres y otros tres quedaron gravemente heridos o el asesinato de un adolescente de 16 años, ejemplar estudiante y trabajador (porque además de ser el primer lugar en su clase de noveno grado, laboraba en una panadería para ayudar a sus padres) o la detención de al menos dos grupos de policías vinculados con el delito de extorsión. ¿Usted , como ciudadano, estaría de acuerdo de no conocer sobre estos hechos?

Es mejor no saberlo por sanidad mental, me diría alguno, sí es cierto, pero estaríamos negando una realidad qué, de no detenerse, podría desbordarse al extremo.

Solventado el hecho de informar sobre la violencia, creo que queda claro, lo que pareciera que puede crear mayor resquemor es ¿cómo hacerlo? En este punto los miembros del Consejo ratifican un hecho, entre los periodistas profesionales y la prensa seria como lo es, “evitar la exposición mediática de carácter violento y denigrante de la condición humana”.

En esta línea hay que entender la decisión del llamado “Medios Unidos”, en abril de 2007, que elaboraron y pusieron en práctica una serie de criterios éticos sobre cómo cubrir la violencia, entre otros: respetar el dolor de las víctimas, cuidar a los menores, evitar las escenas grotescas.

La intención no era de ocultar la violencia o los crímenes, como querían algunos políticos de la época y que ahora algunos personeros del gobierno actual piden a los medios, sino guardar la compostura ante la violencia y el dolor humano que esta causa.

La idea de fondo, y esto es un punto ético propio de la prensa profesional, es garantizar por un lado, el respeto humano, el respeto a la persona como ser vivo; además, evitar que se “naturalice” y que se vea como “normal” el quitar la vida a las personas; y por otro lado, poner el dedo en la llaga sobre la criminalidad y la violencia que, de no enfrentarse con eficiencia, con políticas claras y estrategias definidas, el Estado y la sociedad pueden sucumbir.

Como persona, como cristiano, como comunicador me gustaría no tener que informar sobre el alto número de asesinatos, extorsiones o robos, mucho menos quisiera señalar la carencia de políticas definidas y contundentes del actual gobierno (y de los anteriores) para detener la criminalidad en el país. Pero no hacerlo podría ser nefasto a mediano y largo plazo.

Mientras no mejore la situación de inseguridad, el tema seguirá siendo prioridad en los diferentes medios. No hay vuelta de hoja.

* Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com