Necesidad de posiciones claras sobre temas de seguridad críticos

descripción de la imagen
AFP Confía cambiaría de administración

Por Por Carlos Ponce*

2014-10-28 5:00:00

La crisis de inseguridad que atraviesa El Salvador es tan profunda que acontecen situaciones que en otros países resultarían inconcebibles. Los salvadoreños nos estamos acostumbrando a que los delincuentes persigan a los policías y no los policías a los delincuentes. Toleramos que los medios de comunicación den espacio a personajes oscuros para que, motivados por intereses mezquinos muy alejados de los de la sociedad, promuevan y justifiquen la nociva negociación con cabecillas pandilleros. Tomamos como habitual que funcionarios encargados de hacer prevalecer la ley y el orden, ventilen pleitos y contradicciones a través de la prensa. Vemos con indiferencia, y hasta con cierta resignación, la falta de liderazgo en la seguridad pública. Buscar las humorísticas ironías de esta triste situación, se ha vuelto la forma en que muchos han decidido lidiar con algo que ya consideran inevitable.

Este año, treinta y tres policías han sido asesinados, principalmente como resultado de una ofensiva pandillera, ordenada por cabecillas recluidos en centros penitenciarios. Al contrastar este dato con el del Estado de Massachusetts, cuya extensión territorial es similar a la de El Salvador, la diferencia es abismal. En dicho Estado, sólo fueron asesinados cuatro policías entre 2003 y 2012. Muchos criticarán que esta comparación, argumentando que no coteja problemas delictuales similares. Anticipando esta observación, consideremos los datos de California, el epicentro de la actividad pandillera estadounidense. Durante el mismo período de tiempo se registró un promedio anual de 4.5 homicidios en contra de policías en toda California, un ritmo mucho menor al de un policía cada veinte días que se registra en El Salvador.

Esta alarmante cifra ubica la crisis delictual salvadoreña en un contexto similar al que proyecta la icónica y temida frase “plata o plomo”, utilizada para capturar la esencia de la precaria situación que viven los policías mexicanos, que se ven obligados a escoger entre colaborar con organizaciones criminales o ser asesinados por éstas. La ofensiva delictiva de las pandillas ha aclarado la falta de liderazgo que existe en el campo de seguridad pública. El presidente Sánchez Cerén, quien se comprometió a estar al frente de la lucha contra la delincuencia, esperó que más de treinta policías fueran ultimados para dar la cara y ofrecer explicaciones sobre el tema. Los políticos al frente del Ministerio de Justicia, el ministro y viceministro, gastan sus energías en utilizar los medios para descalificar las declaraciones de un jefe policial, en lugar de aprovecharlos para transmitir tranquilidad y cohesionar a todos los policías. Ahora éstos están desmoralizados, se sienten solos en su calvario y, por lo tanto, están más vulnerables ante los avances de las estructuras criminales.

Los ataques contra policías también despejan cualquier duda sobre si “la tregua” era un engaño o no. Ha trascendido en los medios de comunicación que la inteligencia policial detectó que, mientras funcionarios y generadores de opinión vendían dicha iniciativa, los cabecillas giraron instrucciones de identificar en sus zonas de operación a policías y sus familiares, preparándose para lanzar una ofensiva en el momento que se requiriese. Este importante detalle indica que las estructuras criminales nunca tuvieron una intención genuina de dejar atrás sus actividades ilícitas. También, por lo tanto, dan credibilidad a una reciente publicación de La Prensa Gráfica, en la que se esboza la presunta participación de los personajes más cercanos a “la tregua” en delitos graves.

El Salvador no saldrá de esta crisis si no remamos todos en la misma dirección. El sector político, sin embargo, parece no tener esta intención. Todas las acciones se fundamentan en dogmas y objetivos partidarios-ideológicos, que distan mucho del criterio técnico. La autocrítica y el apoyo multi-partidario de estrategias se vuelven casi imposibles bajo este esquema. Adoptar posiciones transparentes, sinceras y apegadas a los intereses de la ciudadanía, sobre situaciones críticas, es vital para revertir la actual mecánica.

*Criminólogo.

@cponce_sv