¿Nuevos acuerdos?

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Por Por Manuel Hinds*

2014-10-02 5:00:00

Hay mucha gente que dice que nos quedamos cortos en los Acuerdos de Paz, que con la constitución sólo definieron las reglas del juego político. Alegan que ahora es necesario hacer otros acuerdos que definan de una manera precisa la sociedad que debemos tener en el futuro en términos de lo qué debemos producir, cómo se debe de distribuir, de quién debe tener el poder político, de quién debe hacer esto y lo otro, y cuánto se debe pagar por cada cosa. Mucha de esta gente no comprende que establecer las reglas del juego y luego decir cuál debe ser el resultado del juego son dos acciones incompatibles. O se hace lo uno, o lo otro, pero no pueden hacerse ambas cosas.

Esta incompatibilidad se puede ver con un ejemplo en el deporte. Hay dos maneras en las que la sociedad puede ponerse de acuerdo sobre los resultados de un partido de fútbol. Una es que se establezcan reglas que especifiquen cómo deben jugarse los partidos,cómo se van a marcar los tantos, qué cosas serán permitidas y cuáles no, y cuáles serán las penalidades por no cumplir con las reglas. Otra es que se declare quiénes deben ganar los partidos.

Es claro que ambas maneras de definir el futuro en el fútbol son incompatibles entre sí. Si lo que se ha definido son las reglas del juego, el único papel que pueden tener los árbitros es hacer que dichas reglas se cumplan. No pueden tener como objetivo que uno de los equipos gane. Por otro lado, si usted ha definido quién va a ganar cierto partido, el árbitro debe saltarse cualquier regla con tal de lograr que el equipo privilegiado gane. Es decir, o se definen los ganadores, o se definen las reglas, no pueden definirse ambas porque hay contradicción entre los dos tipos de esquemas.

Igual pasa con las estructuras políticas. Todas las verdaderas democracias han definido las reglas y procedimientos que se seguirán para determinar cómo se ganará y ejercerá el poder, sin decir nada sobre quién es el que tiene que ganar o el programa que debe implementar, que son cosas que el pueblo debe ir decidiendo en el futuro. También han definido los derechos que no pueden ser violados por ninguna persona o gobierno en la búsqueda de cualquier objetivo.

Todas las tiranías optan por el segundo tipo de estructura. En Cuba, por ejemplo, el principio fundamental del régimen es que deben mandar los Castro. Por más de cincuenta años, esto es lo único que no ha cambiado en Cuba. En este tipo de régimen, es imposible establecer el imperio de la ley, porque no puede permitirse que en algún momento haya una contradicción entre la ley y el principio fundamental de que Fidel (o los Castro) tienen que ser los que manden. Este tipo de régimen es obviamente incompatible con la democracia.

La máscara que tapa este objetivo de las tiranías es pretender que lo que recibirá prioridad será un objetivo que supuestamente beneficiará materialmente al pueblo, como el logro del “paraíso comunista”. Esta máscara funciona para los propósitos de la tiranía aunque, como pasa siempre en la realidad, nunca se llegue ni cerca al objetivo establecido. Más bien, se crea el pretexto para que un tirano se mantenga por décadas en el gobierno, supuestamente en la búsqueda del paraíso, realmente explotando al pueblo. Con el mismo razonamiento, se establece el pretexto para que ese tirano se salte todas las reglas democráticas y viole todos los derechos humanos.

En El Salvador, tenemos una Constitución democrática que define tanto las reglas del juego con las que el pueblo delegará su poder a los gobiernos como los derechos individuales que ni los gobiernos ni nadie podrán violar jamás. Hacia adónde, hacia la derecha o hacia la izquierda, se inclinarán estos gobiernos, es algo que el pueblo decidirá en cada elección. Ese es el esquema democrático. Esto es lo que necesitábamos de los Acuerdos de Paz. No tratemos de complementarlos con sueños de opio que sólo van a erosionar los derechos que ya logramos.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.